El día de Navidad de 1979 se produjo lo que se percibió mundialmente como una masiva, sorpresiva y sumamente eficiente invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. El bloque occidental vio esta intervención como un descarado acto de agresión por parte de un Estado totalitario. Desde la perspectiva de Moscú, sin embargo, se trataba de una aportación limitada de tropas, a solicitud del gobierno comunista afgano, para acabar con una situación de guerra civil abierta provocada por rebeldes tribales e islamistas; se trataba pues de un acto fraterno de solidaridad socialista.
La intervención, eso sí, contaba con una gran ventaja de partida. En realidad, Afganistán estaba lleno de asesores militares soviéticos a todos los niveles desde al menos un año antes. Por ejemplo, en marzo de 1979 se había enviado por avión todo un batallón de paracaidistas vestidos como soldados afganos a la base de Bagram, cerca de Kabul, junto con helicópteros de transporte y ataque. En abril, el general Alexei Yepishev y diez altos mandos más recorrieron el país para evaluar la situación. En mayo, en plenos disturbios, un grupo de cincuenta oficiales y soldados del Ministerio del Interior (Grupo Zenit) al mando del coronel Grigory Boyarinov (jefe del Dpto. de Operaciones Especiales del KGB) marcharon a Kabul camuflados como ingenieros para proteger la embajada y entraron como asesores en ministerios. En agosto, nada menos que el jefe del Ejército de Tierra, Ivan Pavloskii, junto con sesenta mandos, recorrió Afganistán durante varias semanas. Desde el 9 de diciembre el 154.º Batallón Independiente de fuerzas Spetsnaz protegía el palacio presidencial y al presidente; estaba formado por tropas de las repúblicas soviéticas de Asia con la idea de limitar el impacto “visual”; llegó a ser conocido como el “batallón musulmán”. Desde antes, además, había asesores militares en los ministerios y en las unidades afganas hasta nivel de batallón.
Estos hombres desmontaron desde dentro, justo antes de la invasión, la capacidad defensiva del ejército afgano. Por ejemplo, en los batallones acorazados aconsejaron desmontar las baterías de los carros de combate para “prepararlos para su almacenamiento en invierno”, dejándolos así inoperativos para la acción inmediata. Entre el 3 y el 16 de diciembre, otros dos batallones (dos aerotransportados del 345.º Regimiento Independiente) fueron estacionados en Bagram, la principal base aérea del país, cerca de Kabul. El presidente afgano Hafizullah Amin que, como su antecesor, había solicitado la llegada de fuerzas soviéticas, estaba al tanto de parte de la operación, pero pensaba que venían en su ayuda y no para derrocarle.
Las primeras unidades de la 108.º División Motorizada montaron un puente de pontones (sería sustituido por uno fijo de acero en 1982) sobre el Amu Daria en Termez a las 16.30 horas de Kabul del 25 de diciembre; a las 17.00 horas del día siguiente ocupaban Kabul, donde ya el día anterior había aterrizado la 103.º División Aerotransportada de Guardias, que contaba con apoyo blindado en forma de 31 cañones de asalto ASU-85 y 320 APC ligeros BMD-1.
El 28 de Diciembre la 5.ª División Motorizada, que partió más al oeste, desde Kushka en Turkmenistán, ocupaba Herat, cerca de la frontera con Irán, mientras que tropas aerotransportadas habían ocupado la cercana base aérea de Shindand.
Quince días después, a mediados de enero, todos los principales núcleos urbanos, bases y aeropuertos e instalaciones eléctricas estaban bajo control soviético sin resistencia militar.
Otras fuentes indican que participaron además elementos de las 201, 360, 357 MRD (División de Infantería Motorizada, o más bien mecanizada por sus transportes).
En general, y con estas ventajas de partida, la operación fue bien planeada y ejecutada, aunque se produjeron disfunciones por secretismo. Por ejemplo, en la operación Tormenta 333, nombre en clave del asalto (27 diciembre de 1979) al palacio de Tajbeg, cerca de Kabul, donde residía el presidente afgano, se dieron simultáneamente tres operaciones soviéticas que desconocían las otras dos. Por un lado, un intento de envenenar a Amin que se frustró por la intervención de un médico también soviético Anatoli Alexéiev, enviado en ayuda con urgencia por el embajador, que no sabía nada de los designios de la KGB. Y al tiempo, el asalto al palacio de un fuerte contingente de 700 efectivos de las fuerzas especiales soviéticas de tres unidades diferentes y vestidos con uniformes afganos y trozos de sábana en el brazo como señal de reconocimiento, que combatieron con el batallón afgano de la guardia presidencial, lo destruyeron y asesinaron al presidente Amin y su hijo. El resto de Kabul quedó bajo completo control soviético en pocas horas.
La fuerza con que la URSS entró en Afganistán, denominada oficialmente “Contingente Limitado de Fuerzas Soviéticas” (sic), era adecuada para enfrentarse a una posible (finalmente desarticulada) resistencia organizada del ejército afgano. Incluía dos divisiones mecanizadas (enseguida tres), una división aerotransportada, varias brigadas independientes (motorizadas, de asalto aéreo), las fuerzas extra añadidas propias de una unidad tipo ejército, y un sólido componente aéreo. Sin embargo, este contingente, cifrable en unos 90 000 hombres a lo sumo (solo unos 61 800 en unidades combatientes, claro está) era por completo inadecuado para guarnecer todo el país y además montar ofensivas contra la guerrilla, aún contando con los 40 000 hombres que todavía no habían desertado del ejército regular afgano.
El Estado Mayor soviético tomó como modelo operacional sus previas intervenciones en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) (Operación Danubio), sin tener en cuenta que penetraban con efectivos muy limitados en un país mucho mayor que aquellos, sumido en plena guerra civil, sin estructuras de Estado, sin buenas comunicaciones y con una milenaria tradición de resistencia exitosa contra invasores extranjeros. El “modelo checo” para aplastar una insurrección popular urbana y educada se iba a revelar como desastrosamente engañoso en Afganistán.
Una necesaria perspectiva histórica: el Gran Juego
En el siglo XIX la “Joya de la Corona” del inmenso Imperio británico, fuente de incontables riquezas y de lucrativo comercio, era el subcontinente indio, que abarcaba ampliamente lo que hoy es India, Pakistán, Bangladesh e incluso Nepal, en diversos grados de control directo o influencia a lo largo del siglo. El control del océano Índico y del golfo Pérsico era necesario para proteger el vital comercio.
Sin embargo, tras la derrota de Napoleón en 1815, el zar ruso Alejandro I (reg. 1801-1825) y su sucesor Nicolás I (reg. 1825-1855) pudieron volver sus ojos hacia el inmenso territorio asiático de su Imperio, al oeste del mar Caspio y hacia el sur del Cáucaso, siguiendo los pasos de Pedro el Grande (reg. 1682-1721). Inicialmente la expansión rusa se realizó por el Cáucaso hacia Chechenia, Daguestán y Georgia y hasta Armenia (1828-1829) en abierto conflicto con el desfalleciente Imperio otomano. Gran Bretaña veía desde el principio con recelo el avance ruso hacia el sur, y la alianza con los turcos y la Guerra de Crimea (1853-1856) frenaron el avance ruso hacia el Mediterráneo.
Pero la alarma británica cambió de foco, agudizándose si cabe, desde que en 1825 Nicolás I comenzó el avance hacia el sur en Asia Central. Primero anexionó Kazajistán, dando lugar hacia 1830 al “Gran Juego”, la competencia diplomática y militar entre los dos imperios en Asia, que parecían destinadas a chocar en el futuro en Afganistán. Para los británicos, el objetivo último de Rusia era conseguir una salida al océano Índico, bien por Irán o por Baluchistán (parte meridional del Pakistán actual), donde puertos y arsenales militares permitirían en caso de guerra amenazar los vitales intereses comerciales británicos en el Indico, en particular las comunicaciones entre la India y Gran Bretaña bien por el Canal de Suez (inaugurado en 1869) bien por el extremo sur de África. La creciente actividad diplomática rusa en Persia agudizó los recelos británicos.
Por su parte, Rusia recelaba, en menor medida, de futuros avances británicos hacia Asia Central. Se suele considerar que el Gran Juego comenzó en enero de 1830 cuando los británicos de la India decidieron abrir una nueva ruta hacia el sultanato de Bujará (que no sería protectorado ruso hasta 1873) y sobre todo crear en este y en Persia una zona colchón con Rusia. Con todo, es paradójico que este término llegara al gran público solo con la publicación en 1901 de la novela Kim, de Rudyard Kipling, y que solo se generalizara décadas después de que el “juego” hubiera cesado.
La Primera Guerra Anglo-Afgana (1839-1842)
La percepción –real o exagerada– de cualquier avance diplomático ruso en la corte de Kabul provocaba desmedidas reacciones. En 1839 los halcones británicos manipularon y exageraron la noticia de que un representante ruso con intenciones ostensiblemente comerciales (Jan Witkiewicz, ¡un mero capitán!) había sido enviado a Kabul, presentándola como el comienzo de una invasión rusa. Ocultaban convenientemente que ese mismo año el coronel inglés Charles Stoddart, de la Compañía de Indias Orientales, había viajado a Bujará, muy al norte, en busca de alianzas… aunque fue decapitado por no haber llevado regalos ni prosternarse ante el emir local. Sea como fuere, el negativo informe de Burnes sobre la embajada rusa en Kabul desencadenó la desastrosa invasión ‘preventiva’ británica de 1839-42 (la “Primera Guerra Anglo-Afgana”) completamente innecesaria y que implicó una desastrosa derrota luego corregida.
Alexander Burnes, por su parte, enviado británico en Kabul desde 1832, congeniaba con el emir (“rey”) afgano Dost Mohammed Khan, y comunicó que las negociaciones rusas no prosperaban. Pero aun así el gobernador general de la India, George Eden, lord Auckland, ordenó una invasión que consiguió tomar Kabul y deponer a Dost Mohammed (enviado al exilio a la India), colocando en su lugar en 1839 a Shah Suja Durrani, supuestamente más maleable. Pero cuando un nuevo gobierno británico anunció en agosto de 1841 que –para recortar gastos– cortaba los subsidios al nuevo rey afgano (con los que este compraba la lealtad de los líderes tribales) se desató la tormenta. A los pocos días, la tribu Ghilzai cortó la comunicación con India atacando una caravana, y el hijo de Dost Mohammed, Akbar Khan, se sublevó, tomó Kabul, eliminó a Shah Suja, arrestó al general Elphinstone –un incompetente– y asesinó también a Burnes y a otros embajadores británicos.
Descabezado, el ejército inició en enero de 1842 una desastrosa retirada por pasos de montaña hacia Jalalabad, en la que fue por completo aniquilado: de 4700 soldados británicos e indios, y 12 000 civiles acompañantes, solo un médico, William Brydon, pudo llegar a Jalalabad. Apenas un centenar de soldados y 2000 civiles fueron hchos prisioneros, y la mayoría murió en cautividad. Otros contingentes (de Kandahar) se retiraron con más éxito, e incluso en septiembre los británicos, al mando del más competente general G. Pollock, avanzaron de nuevo desde Jalalabad, volvieron a tomar Kabul y destruyeron el Gran Bazar en venganza antes de replegarse.
En Gran Bretaña algunos (como Disraeli) consideraron que la guerra había sido innecesaria, ya que la frontera rusa estaba todavía en 1837 muy alejada del Amu Daria, y las dificultades geográficas de la zona.
Entretanto Dost Mohammed, liberado por los británicos, retomó el poder en Afganistán y firmó la paz con Gran Bretaña en 1855 (tratado de Peshawar, en plena Guerra de Crimea que absorbía la atención británica). El emir fue leal, y se abstuvo incluso de aprovechar la gran rebelión de los cipayos de 1857. Pero a su muerte en 1863 se desató una guerra civil entre sus hijos, de la que tras varias vicisitudes salió vencedor Sher Ali Khan, quien intentó nadar entre dos aguas en el Gran Juego.
La Segunda Guerra Anglo-Afgana (1878-1880)
En efecto, entre 1842 y 1880 Rusia había avanzado aún más al sur desde la zona del mar de Aral, anexionando Turquestán-Uzbekistán (Tashkent y Samarkanda y los kanatos de Jiva y Bujará) y Turkmenistán y llegando al río Amu Daria, frontera norte de Afganistán, emirato que se convertía así en un espacio colchón entre el Imperio ruso y el británico.
Y de nuevo se repitió la historia: en el verano de 1878 Rusia envió un embajador a Kabul, que el emir Sher Ali Khan intentó rechazar sin éxito, cosa que sí consiguió con la correspondiente embajada que los británicos enviaron desde la India. Ello desató una nueva invasión británica (los rusos en modo alguno estaban en condiciones de hacer algo parecido), que invadió Afganistán en tres columnas. El emir huyó y murió al poco, y su sucesor, Mohammed Yaqub Khan, firmó el tratado de Gandamak (mayo 1879) por el que, a cambio de subsidios, permitía que la frontera británica llegara hasta el paso de Jáiber (lo que facilitaría posibles ulteriores invasiones), cedía algunas provincias orientales y dejaba su política exterior en manos británicas.
Pero en septiembre de ese año un alzamiento en Kabul llevó a la masacre del representante británico, Cavagnari y de sus acompañantes. Ello desató una nueva invasión británica al mando de sir Frederick Roberts. A pesar de un éxito parcial afgano en la batalla de Maiwand (julio 1880), la decisiva victoria de Roberts en Kandahar (1 de septiembre) concluyó la guerra con la deposición del emir, la renovación de las condiciones del previo tratado y la retirada británica, que renunció a dejar guarnición o incluso representantes en Kabul.
El “incidente de Pandejh”
Este incidente diplomático-militar en la frontera norte de Afganistán (no lejos de Herat), en febrero de 1885, fue el momento en que más cerca se estuvo de una confrontación directa entre ambos imperios. Como se ha dicho, la expansión rusa había llegado al río Amu Daria (el Oxus antiguo) y el norte de Afganistán tras anexionar o someter los diversos kanatos. La frontera entre Persia, Afganistán y el Imperio ruso estaba en 1880 sin precisar todavía, por lo que los rusos presionaron hacia el sur, lo que provocó la resistencia armada del ejército del emir afgano. Los rusos insistían en que la zona de Panjdeh pertenecía a una tribu que se había sometido a Rusia; los afganos, apoyados por los británicos, en que la zona pertenecía al dominio de Herat, territorio tradicional propio.
A comienzos de 1885 los rusos comenzaron a construir un fuerte en Kazyl Tepe y se produjeron combates con los afganos en los que hubo 500 bajas afganas por 11 rusas. Gran Bretaña, al recibir la noticia, se preparó para la guerra y Gladstone llegó a pedir a los Comunes un crédito especial para la campaña. Finalmente, los británicos aceptaron los hechos consumados, violando así los términos del tratado de Gandamak por el que se comprometían a ayudar al emir Abdur Rahmar ante la presión rusa. El zar finalmente obtuvo lo que quería, pero frenó en ese punto su avance hacia el sur. Todavía hoy la aldea de Sherhetabat/Kushka es el punto más meridional del Imperio ruso y de lo que fue la Unión Soviética.
El fin del Gran Juego
Durante el nuevo emirato de Abdur Rahman (1880-1901), quien aceptó las imposiciones británicas, estos y los rusos acordaron las fronteras de Afganistán que perduran hasta hoy, pero el emir cedió el control de su política exterior a los británicos, convirtiendo su país en un protectorado.
En 1893 un funcionario británico, sir Mortimer Durand, trazó una línea de 2430 km para separar el emirato afgano del área de control británico, demarcación artificial y todavía informal que separaba en dos una enorme región étnicamente pastún, y que luego se fosilizaría como la frontera entre Afganistán y la India (luego Pakistán), como fuente de incontables problemas. Todavía hoy Afganistán no reconoce la frontera con Pakistán, al separar tribus pastunes tradicionales.
En 1895 se firmaron también los protocolos de la “Comisión de Fronteras” de Pamir que definió la frontera entre Afganistán y Rusia a lo largo del Amu Daria. Con ello concluía el Gran Juego. Así, desde 1890-1895 la India y el Índico estaban a salvo.
Hoy hay muchos que piensan que el Gran Juego fue una sobre-reacción británica a una “amenaza” rusa que no era tal, por la distancia y las dificultades geográficas, y que mostró la cara más agresiva de su imperialismo en su intento de crear y mantener gobiernos títeres en Kabul, como llevaba siglos haciendo en la India. En 1889 lord Curzon, futuro Virrey de la India, escribió: “Nuestras relaciones con Afganistán en los cuarenta años entre 1838 y 1878 fueron, sucesivamente, los de torpe interferencia y pobre inactividad” (Curzon 1889).
La Tercera Guerra Anglo-Afgana (1919)
Ya en 1919 estalló la breve (mayo-agosto) y última Tercera Guerra Anglo-Afgana con una Gran Bretaña exhausta por la Primera Guerra Mundial. Afganistán había sido neutral en la Gran Guerra, aunque bajo presión turca para unirse a las potencias centrales. En 1919 el nuevo emir Amanullah (reg. 1919-1929), para desviar la atención de las habituales discordias tribales y familiares de su sucesión, cruzó el paso del Jáiber y realizó un avance muy limitado hacia India. A ello reaccionaron los británicos con una declaración de guerra, aprovechando su superioridad aérea y artillera sobre el ejército regular afgano. El armisticio dejó una situación ambigua pero de hecho Afganistán ganó una independencia no solo de iure sino también de facto: de inmediato desarrolló su propia política exterior, por ejemplo estableciendo relaciones con la neonata Unión Soviética, que continuarían, cada vez más estrechas, durante todo el siglo XX.
En 1923 Afganistán, todavía un emirato, había sido el primer país en reconocer a la URSS, atención que esta devolvió reconociendo a Afganistán como Estado independiente. Desde 1947 la URSS fue el principal benefactor del país, proporcionando formación y ayuda militar, además de grandes cantidades de ayuda de todo tipo, primero con el emir, y desde 1973 con la república al ser depuesto el rey Zahir Shah por el primer presidente, Daud Jan.
La perspectiva soviética: una ocupación desganada de Afganistán
En abril de 1978, un grupo de militares entrenados en la Unión Soviética dio un golpe de Estado cruento (revolución Saur, “abril”) asesinando al presidente Daud, y se estableció la “República Democrática de Afganistán”, de orientación comunista. Los EEUU creyeron (con su secretario de Estado Cyrus Vance al frente) que la URSS estaba tras el golpe, cuando datos posteriores han demostrado que el KGB fue tomado por sorpresa; el golpe surgió por el asesinato de un activista comunista del que se culpó al gobierno de Daud. Las manifestaciones provocaron arrestos masivos, una insurrección y una revuelta en el ejército, en su mayoría entrenado en la URSS e imbuido de ideología comunista, y por tanto leal al PDPA (Partido Democrático del Pueblo Afgano, comunista dirigido por M. Taraki).
El nuevo presidente (abril 1978), Nur Mohammed Taraki, líder de la facción Khalq (“pueblo”) del Partido Comunista Afgano, dominada por pastunes y de carácter extremista, convirtió de facto su país en un Estado satélite de la URSS, y procedió, en la mejor tradición local, a asesinar al anterior presidente, Daud Jan, y a purgar a sus rivales de la facción Parcham (“bandera”) del Partido, más urbana, educada y con ascendencia tayika y uzbeka, exiliando además a uno de sus mayores rivales, Babrak Karmal, como embajador en Checoslovaquia.
De manera en exceso expeditiva Taraki procedió a una serie de medidas radicales para desarraigar el “feudalismo” social tradicional, desde la redistribución de la tierra a cambiar el estatus de las mujeres. Estas medidas destruían el tejido social del país. En muchos casos, además, la resistencia aldeana era sometida a tiros y solucionada con fosas comunes excavadas por bulldozers. Para el 90 % de los afganos, la ortodoxia marxista y atea era no solo incomprensible, sino odiosa, y las directrices de Kabul podían bien venir de otro planeta, en especial las referentes a colectivización agraria, coeducación o liberación de la mujer. En comparación, la construcción de hospitales y escuelas no significaba casi nada.
Pronto, grupos de muyahidines (“luchadores de/por la fe”) se rebelaron enarbolando la bandera de la religión, pero en realidad defendiendo también sus usos y costumbres seculares. Entretanto, el secuestro en febrero de 1979 por opositores al régimen del embajador de EEUU acabó con su muerte accidental en un torpe intento de rescate.
En unos meses, la mitad de los 90 000 efectivos del ejército desertó, incluyendo en marzo de 1979 la 17.ª División de Herat al completo. Los bombardeos subsiguientes y la reconquista de la ciudad causaron miles de muertos –por ambos bandos, incluyendo asesores soviéticos– y el país entró en una guerra civil abierta. Es posible que entre abril de 1978 (golpe) y la intervención soviética (diciembre de 1979) el gobierno ejecutara hasta 27 000 personas solo en el complejo de la prisión de Pul-e Charji.
Ante la creciente resistencia, Taraki pidió repetidamente ayuda militar soviética, incluso de soldados uzbekos vestidos con uniformes afganos, que el premier Kosyguin denegó por teléfono el 20 de abril, aunque ofreciendo armamento a precio “de amigo”, y el propio Brézhnev también. De hecho, parece que entre los argumentos que barajó el liderazgo soviético estaba lo poco que se podía ganar ocupando un país pobre y estratégicamente poco relevante, la mala prensa mundial que generaría la ocupación de un país, y las dificultades logísticas y exigencias militares de la empresa. Como se ve, argumentos perfectamente razonables que se echaron por la borda nueve meses después.
Pero por otro lado la situación se deterioraba tan rápidamente que la costosa inversión soviética en Afganistán estaba en peligro (antes de 1979 se calcula en 1 000 000 000 $ en ayuda militar y 1 250 000 000 $ en ayuda civil), aparte del golpe al prestigio del comunismo si el PDPA colapsaba. La situación empeoró tanto que el primer ministro de Taraki, Hafizullah Amin, dio en septiembre de 1979 un golpe palaciego, se encargó de que Taraki muriera, y trató de poner orden con el mismo (nulo) éxito que su predecesor.
Los soviéticos, irritados por un golpe sobre el que no habían sido consultados, por la brutalidad de Amin –aún mayor que la del gobierno de Taraki– y alarmados por supuestos contactos de Amin con China y también con Pakistán y la CIA, comenzaron a cambiar de opinión sobre una eventual intervención. Entretanto los servicios secretos pakistaníes, alarmados por su lado, financiaron y ayudaron a entrenar al partido fundamentalista Jamiat-i Islami («Sociedad Islámica») el más antiguo partido local (fundado en 1968) de predominio tayiko (septentrional), para contrarrestar el peso de los pastunes que siempre aspiraban a anexionar la franja de territorio pakistaní al este de la fronteriza línea Durand, habitada por gentes de su etnia.
Con todo, y pese al secretismo habitual sobre las deliberaciones del Politburó, todo indica que la invasión se decidió de manera bastante improvisada e incluso desganada. No debemos olvidar que en 1979 la época de Stalin había pasado: Brézhnev no era un monarca absoluto, y las decisiones críticas se tomaban por un grupo de ancianos, subconjunto de los catorce miembros de pleno derecho del Politburó.
En la reunión decisiva del 12 de diciembre de 1979, apenas dos semanas antes de la invasión, estuvieron solo el secretario general Brézhnev, el ministro de Defensa Ustinov, el ideólogo del partido Suslov, el ministro de Exteriores Gromiko, el director de la KGB Andrópov y –quizá– el primer ministro Kosyguin.
No se sabe realmente quién tomó la decisión. Brézhnev, ya enfermo, al parecer se enfureció por el golpe de Amin contra su protegido Taraki; y su asesinato ahogándole con una almohada fue, según Gromyko, para el secretario general un factor importante, aunque según él la decisión final de invadir fuera unánime y colectiva. Otros personajes cercanos al poder opinan sin embargo que en 1979 Brézhnev no podía ya mantener una conversación inteligente por más de veinte minutos, y era ya incapaz de tomar decisiones políticas de alcance (académico Georgy Arbatov). Otros afirman que la decisión ni siquiera llegó a votarse formalmente, y el único documento manuscrito al respeto que se conoce, titulado “Sobre la situación en A”, redactado por Chernenko, luego firmado por varios de los miembros del “círculo interno” (Brézhnev, Andrópov, Ustinov, Gromyko, Suslov, Chernenko, Pelshe, Grishnin, Tijonov, Kirilenko y Scherbitsky –pero no Kosyguin–, así parece indicarlo. Shevarnadze, por entonces miembro candidato, es claro: los miembros no de pleno derecho fueron simplemente informados de la decisión ya tomada.
Varios piensan que Andrópov y Ustinov, fueron los “halcones” más proclives a invadir, aunque después de la guerra el general V.I. Varennikov, que fue comandante supremo en Afganistán, y luego comandante en jefe del Ejército de Tierra Soviético, insistiría en que las fuerzas armadas eran reacias, y que deberían haberse mantenido firmes en su opinión de no intervenir. Por fin, otros analistas creen que fue el ideólogo del partido, M. Suslov, quien impulsó la intervención.
Obviamente, en la toma de decisión de estos veteranos de la “Gran Guerra Patria” de 1941-1945, de la Guerra Fría, y de mil complots y purgas internas del partido, latía el temor real –y justificado– a la eventual instalación de nuevas bases occidentales en Afganistán que completaran el cerco de la Patria soviética si el presidente Amin se echaba en los brazos de Estados Unidos. Y si Amin era derrotado, estaba el miedo aún mayor a una extensión del islamismo fundamentalista a las repúblicas soviéticas musulmanas; esta era, por ejemplo, la opinión del antiguo secretario de Estado de los EEUU, Alexander Haig.
Incluso no hay porqué dudar que muchos miembros del Politburó, realistas como eran, seguían en el fondo convencidos de la obligación de ayudar “fraternalmente” a los comunistas afganos y ayudar a la expansión del socialismo en el mundo. Tampoco debe descartarse el fuerte componente emocional de la mentalidad rusa y en particular el apego de Brézhnev al asesinado Taraki. Los dogmas y las emociones, paradójicamente, estaban firmemente enraizados en la mente de la gerontocracia dirigente (Borovik, Feifer). Puede finalmente –no hay datos– que la futura explotación de los recursos minerales del país y la posibilidad de un ulterior acceso al Índico jugaran un papel en la mente de los “halcones” del grupo.
Parece que la intención inicial de la cúpula soviética era (1) deponer –eliminar físicamente– a Amin; (2) colocar en el poder al Babrak Karmal, miembro más moderado de la rama del Parcham del Partido, de confianza de Moscú, recién regresado de Checoslovaquia; (3) estabilizar mínimamente la situación y (4) replegarse dejando la tarea de acabar con la insurgencia al ejército afgano.
Pero una vez dentro, el Politburó pudo comprobar que había sido mucho más fácil entrar que salir. El ejército afgano no era capaz de combatir a la creciente guerrilla, y abandonar al gobierno comunista a su segura destrucción era una pérdida de prestigio intolerable.
El 40.º Ejército se quedó, sin estar preparado para ello ni por el terreno, ni por su estructura, ni por el tipo de enemigo a combatir. De hecho, ya el 28 enero de 1980, al mes exacto de comenzar la invasión, el mariscal Sokolov comentó al representante de la KGB en Kabul, Bognadov, que temía la descomposición del ejército afgano y que fuera su ejército el que tuviera que hacerse cargo, impidiendo la deseada retirada inmediata anunciada por Brézhnev. Sus palabras fueron proféticas.
A esto hay que añadir que, por edad y enfermedad, Brézhnev estaba casi incapacitado (murió a los trece meses de la invasión), y que sus dos sucesores como secretario general, Y. Andrópov (nov. 1982-feb. 1984) y K. Chernenko (feb. 1984-mar. 1985) apenas estuvieron a cargo un año cada uno. La cúpula del poder soviético estuvo aquejada de parálisis institucional durante los años críticos de enero de 1980 a marzo de 1985 cuando fue elegido M. Gorbachev.
Desde dentro, los mandos soviéticos y los soldados estuvieron también aislados de la realidad del país que de entrada no comprendían «separados por ocho milímetros de vidrio a prueba de balas a través del que mirábamos con miedo desde el interior de nuestros vehículos blindados» (Borovik).
Afganistán, territorio y sociedad
Afganistán es un país muy grande, de más de 650 000 km2, con una larga frontera montañosa de 2180 km con Pakistán y otra de 829 con Irán, que se convertirían en coladeros de abastecimientos para la guerrilla. El 85 % de su superficie es montañosa y solo el 5 % es boscosa, especialmente en la zona fronteriza con Pakistán.
Como una espina dorsal corre la cordillera del Hindu Kush (en un ancho de hasta 500 km) en dirección nordeste-suroeste, que se abre hacia el oeste en cordilleras menores como los dedos de una mano. La altura oscila entre los 2000 y los 7000 m, alturas las últimas extremas donde el combate convencional no es posible y los helicópteros no llegan. En la parte oriental, y en dirección aproximada norte-sur corre la cordillera Suleimán, con picos hasta 3500 m, que sirve de zona fronteriza con Pakistán, aunque a ambos lados de la frontera (línea Durand) la población pertenece a la misma pastún. Hay escasos pasos entre la meseta afgana y el valle del Indo al este, en Pakistán. Entre estas dos zonas montañosas están las llanuras de la meseta de Ghazni-Kandahar. Toda la zona central amesetada y montañosa del país, de etnia hazara, se libró de los peores efectos de la guerra.
El sistema hidrológico es endorreico, tanto en la cuenca del Amu Daria que fluye hacia el mar de Aral y formaba la frontera con la URSS, como en la zona meridional, desértica (sur de las provincias de Helmand y Kandahar), que enlaza con el Beluchistán pakistaní.
En torno a la zona central más montañosa hay un anillo más llano, donde se ubican las principales ciudades, buena parte de las tierras cultivables y la poca industria existente. Afganistán carecía de red ferroviaria. Estas zonas llanas y más pobladas están enlazadas por la única gran carretera del país, de forma anular (la Ring Road), cuyo control era vital para la Unión Soviética. Conecta en sentido de las agujas del reloj Kabul, Ghazni, Kandahar, Herat (salida a Irán), Mazar i Sharif (salida a Termez en Uzbekistán) y de nuevo Kabul.
Justo a 78 km al nordeste de Kabul existe un túnel excavado en la montaña, de 2,7 km, verdadero cuello de botella en la única ruta terrestre practicable de verdad entre la capital y la frontera de la Unión Soviética en Termez. Fue construido por la URSS en 1968 y en su momento fue el más alto del mundo (3400 m)
Al este-noreste está el valle de Panjshir, de unos 130 km de longitud, cuyo estrecho fondo estaba bastante poblado por numerosas aldeas, y cuyos montes circundantes se convirtieron en refugio y base de uno de los más poderosos partidos muyahidines, liderado por Ahmed Sha Massud, el «león del Panjshir». Idealmente situado como base para atacar la carretera y cortar el túnel, el Panjshir se convirtió en escenario de hasta una decena de grandes ofensivas soviéticas.
Algunas carreteras radiales, externas a partir de la gran carretera circular, la unían con las fronteras, en particular con Jalalabad y con Peshawar ya en Pakistán, y con Gardez y Khost algo más al sur. Se trata de las provincias de Paktya, Paktika y Khost. Estas dos rutas empleadas por los resistentes para traer la ayuda desde Pakistán fueron objeto también de algunas de las más disputadas batallas de la guerra. Otras carreteras radiales que partían de la circular unían Herat con Irán al oeste y Uzbekistán (URSS) al norte, Mazar i Sharif con Uzbekistan (URSS), etc.
A este territorio áspero y difícil correspondía una sociedad fragmentada y arisca. Afganistán no era unitario ni étnica ni lingüísticamente. Desde el siglo XIX y antes, los emires, reyes y presidentes tenían un control relativo sobre las regiones, a menudo a cambio de generosas subvenciones o sobornos a los líderes tribales regionales para mantener una paz relativa.
La base social era la aldea y la tribu, o mejor aún el Qawm, basado en el parentesco, residencia y a veces la ocupación, independiente del poder central y que en ocasiones puede unir elementos de tribus o etnias distintas en función de un interés común.
«Qwam es el término usado para describir un segmento social unido por lazos de solidaridad, sean estos los de una familia extendida, clan, grupo de ocupación o aldea. Se basa en los lazos dm parentesco y las relaciones de clientela. Antes que un grupo étnico o tribal es un grupo de solidaridad que protege a sus miembros de otros qwam y del Estado, aunque a su vez es lugar de competición por la supremacía interna.» (O. Roy, 2002)
Estas piezas bases del entramado social forman parte a su vez de grupos étnicos mayores y de confesiones religiosas.
El mosaico étnico y lingüístico es muy complejo. Destacan grupos pastunes (sureste y este) que suponen más del 40% de la población, tayikos, uzbekos, turcomanos (norte), hazara (centro), baluchis (suroeste), etc. con una larga tradición de desconfianza y enfrentamientos entre ellos (especialmente entre pastunes y tayikos), pero también de unión temporal secular contra cualquier enemigo exterior, fuera este macedonio, persa, sij, británico o soviético.
El 99 % de la población es musulmana, no especialmente fundamentalista en los años setenta del siglo XX, con un 85 % de sunnitas (como Arabia Saudí) y un 15 % de chiitas (como Irán).
En 1979 los 17 millones de habitantes tenían una tasa de alfabetización bajísima, del 10 %. Al comienzo de la guerra, el 85 % de la población era rural, concentrada en valles y zonas predesérticas.
Por encima de la religión, las relaciones sociales afganas se regían –y se rigen– por un complicadísimo código de honor y hospitalidad en el que la traición, el engaño, y la violencia eran omnipresentes de acuerdo con criterios casi siempre incomprensibles a ojos de occidentales o rusos-soviéticos. Un joven Winston Churchill, que visitó la frontera noroeste de la India en 1896-1898, y escribió como reportero de guerra para el Daily Telegraph, pudo escribir al respecto de los pastunes:
«Su sistema ético, que considera la traición y la violencia como virtudes más que como vicios, ha provocado un código de honor tan extraño e inconsistente que es incomprensible para una mente lógica.»
Al contrario que el Vietcong comunista en Vietnam, los muyahidines no querían crear un Estado central islámico frente al yugo comunista, como a veces se quiso «vender» en Occidente, sino defender sus Qwam y su religión frente a una ideología hostil, por atea pero también por centralista y enemiga de todos sus valores tradicionales, por brutales que a menudo nos puedan estos parecer hoy. Luego las cosas se complicaron.
Las fuerzas contendientes
El 40.º Ejército Soviético
Las informaciones disponibles indican pues que buena parte de los militares eran escépticos ante la ocupación de Afganistán. La operación militar inicial fue la más amplia hecha por la URSS fuera de sus fronteras desde la ocupación de Checoslovaquia durante la Primavera de Praga de 1968. Los efectivos totales oscilaron entre 90 000 y unos 118 000 hombres. En comparación, cuando los soviéticos ocuparon en 1968 Checoslovaquia (cinco veces más pequeña que Afganistán) emplearon como mínimo 250 000 soldados del Pacto de Varsovia con 2000 carros de combate, una densidad más de diez veces superior de tropas por km2.
La mayoría de las tropas enviadas en 1979 eran grandes unidades (divisiones, unos 10 000 hombres) acorazadas, mecanizadas y de artillería pesada, diseñadas para combatir contra la OTAN o China en guerra convencional a gran escala. Pronto se revelaron poco útiles en el contexto geográfico afgano. Con el tiempo, muchas brigadas de artillería y unidades acorazadas fueron repatriadas y sustituidas por tropas aeromóviles y fuerzas especiales, mucho más útiles. En efecto, el instinto soviético era combatir en acciones de tempo intenso y a gran escala, mientras que de inmediato se vio embrollado combatiendo cientos de pequeñas acciones en el nivel más bajo del espectro táctico, a nivel de sección, compañía y batallón, contra un enemigo que solo combatía cuando las circunstancias tácticas le favorecían.
En su momento álgido, el 40.º Ejército, reactivado específicamente en Asia Central para la invasión y ocupación, contaba con cuatro divisiones (5,108,201 MRD y 103 AE), cinco brigadas independientes, otros tres regimientos independientes además de unidades de apoyo y logísticas, encargadas de cubrir 29 capitales provinciales, rutas de comunicación y escasos centros industriales sobre más de medio millón de km2.
Las operaciones ofensivas soviéticas casi siempre implicaban también a fuerzas afganas en mayor o menor medida, creciente a partir de 1985. Básicamente hubo cuatro tipos de operaciones: (a) ofensivas a gran escala con fuerzas especiales y regulares, aviación y unidades helitransportadas y artillería pesada de apoyo, implicando varios millares de hombres durante varias semanas en un área geográfica amplia –por ejemplo el valle del Panjshir–; normalmente no se producían más de dos al año. (b) Operaciones a nivel de grupo táctico con varios batallones siempre cortos de efectivos; con apoyo aéreo y de fuerzas especiales, destinadas a destruir un grupo concreto de resistentes de decenas o muy pocos centenares de hombres, localizado por operaciones de inteligencia. Duraban entre una semana y diez días. (c) Acciones breves a pequeña escala (compañía o poco más) para emboscar las rutas de abastecimiento de los muyahidines. (d) Operaciones de registro de aldeas en busca de depósitos de armas, heridos, etc. que a menudo acababan en saqueo y destrucción de las poblaciones, sobre todo ante la frustración creciente de las tropas soviéticas por no conseguir resultados tangibles en la mayoría de los casos.
Con el tiempo y la experiencia se crearon tácticas aerotransportadas nuevas (desembarcos de bloqueo en retaguardia), y nuevos tipos de unidades ad hoc (brigadas de armas combinadas y los bronegruppa, que desde c. 1985 agrupaban los vehículos blindados y armas de apoyo de varias compañías o batallones que luchaban a pie, constituyendo una reserva móvil o una fuerza de bloqueo, una variante de la táctica de «martillo móvil» y yunque. La combinación de fuerzas a pie, bloqueos por fuerzas helitransportadas, apoyo aéreo y artillero y reserva blindada móvil fue la que mejor resultado dio a los soviéticos cuando dominaron la coordinación de todas estas unidades. Otras tácticas pensadas para una guerra a gran escala en Europa Central hubieron de ser adaptadas: las tropas de reconocimiento ya no marchaban 15 km por delante del grueso, sino a la vista de la columna principal, dada la ausencia de artillería enemiga y las emboscadas a corta distancia.
La mayoría (hasta el 80 %) de las fuerzas soviéticas estuvieron sin embargo ocupadas en posiciones defensivas y de vigilancia, cubriendo la base de Bagram, Kabul, las principales ciudades y la vital Ring Road y en especial el túnel de Salang que permitía la comunicación entre Kabul y la frontera con la URSS. Estas fuerzas incluían la mayoría de las divisiones motorizadas regulares, que también destinaban parte de sus unidades a colaborar en operaciones ofensivas. Muchas unidades estaban distribuidas en pequeños «fuertes» (zastavas) a nivel de sección o compañía (entre 10 y quizá 40 hombres) abastecidos por aire o carretera, sin relevos durante hasta 18 meses, que eran fuente de desmoralización. A fines de febrero de 1980 existían 862 zastavas, guarnecidas por unos 20 000 hombres, más del 25 % del 40.º Ejército. Ninguna cayó en manos rebeldes en la guerra, dado que contaban con una buena proporción de ametralladoras y morteros, además de apoyo aéreo en caso extremo.
El otro 20 % de las tropas eran unidades de paracaidistas, reconocimiento y tropas especiales, seleccionadas por su estado físico, motivación política e idealismo, mejor entrenadas y más motivadas, que realizaban el grueso de las operaciones importantes contra la insurgencia y que a menudo mostraron razonable eficacia, espíritu de cuerpo y camaradería. El problema es que, ante la calidad mediocre de muchas unidades de infantería regular, o su falta de efectivos por enfermedad, las unidades escogidas a menudo estaban sobrecargadas de operaciones, lo que acababa socavando su eficacia e incluso generando resentimientos. Incluso en estas tropas escogidas los soldados eran tropas de recluta que rotaban al cabo de los dos años de servicio, y acababan luchando contra guerrilleros con mucha más experiencia. Vostrotin, uno de los héroes más condecorados y respetados de la guerra, calcula que solo un 15 % del ejército tomaba realmente parte en operaciones ofensivas, estando el resto vigilando instalaciones y actuando de ‘cola’ logística.
A Afganistán no se enviaron las unidades regulares acorazadas o motorizadas bien entrenadas y asignadas al Pacto de Varsovia en el teatro europeo, sino que el 16 de septiembre de 1979 se «reactivó» el 40.º Ejército específicamente para la operación y ocupación principalmente con fuerzas de los distritos de Asia Central. Muchas de las tropas eran uzbekos y tayikos étnicos, seleccionadas porque supuestamente se entenderían mejor con los afganos, lo que no solo resultó no ser cierto sino que tendió a reactivar el islamismo en las repúblicas asiáticas soviéticas. Además, los soldados de origen ruso o eslavo de las unidades especiales y los mandos tendían a despreciar y maltratar cruelmente a sus compañeros de etnias centroasiáticas.
La inmensa mayoría de los combatientes soviéticos eran reclutas de dos años de servicio. Muchos de ellos contaban con un entrenamiento y formación limitadas. El terrible sistema de novatadas (dedovshchina) hacía que los «abuelos» y «bisabuelos» (dedushka, dembel) explotaran e incluso torturaran a los novatos (chizhik «pajarito» y cherpak) hasta extremos desconocidos en Occidente, en un círculo vicioso que se repetía cada rotación. A menudo los soldados, en pésimas condiciones de higiene y sin distracciones, caían en el alcoholismo y drogadicción (que en algunas unidades superaba al 50 % de mandos y tropa). El alcohol a veces se obtenía en destilerías clandestinas, de oficiales tanto como de la tropa; incluso jóvenes oficiales recién llegados eran obligados a obtener provisiones de todo tipo mediante el robo directo en cantinas, unidades logísticas o en unidades vecinas. Muchos soldados les imitaban y superaban. Los muhajidines, a través de intermediarios, favorecían la drogadicción de sus enemigos regalando u ofreciendo a muy bajo coste droga local a intermediarios que se encargaban del reparto. De hecho, no eran raros los casos en que soldados soviéticos intercambiaban hashish por armas, munición y granadas (que acabarían siendo usadas contra sus compañeros).
Como en el ejército de Estados Unidos en Vietnam, los soldados en las últimas semanas de servicio, o incluso los grazhdanin, que ya habían superado su tiempo de servicio pero todavía no habían sido desmovilizados, estaban exentos de operaciones de combate: con el paso de los años, muchos soldados solo esperaban llegar a ese status, evitando correr riesgos, lo que debilitaba la eficacia de las unidades.
La ausencia de un cuerpo profesional de suboficiales, esenciales en los ejércitos europeos, hacía que cabos y sargentos se sacaran de entre las filas, con lo que su autoridad era limitada. La figura del praporschik (una especie de suboficial mayor), con contratos de cinco a diez años, no era suficiente para subsanar esta vital carencia. Muchas funciones que en la OTAN eran realizadas por sargentos o cabos eran responsabilidad de tenientes, añadiendo una carga excesiva sobre sus hombros, o simplemente no se realizaban (revisiones sanitarias de los hombres, disciplina de pequeñas unidades, control de abusos, etc.).
Una de las consecuencias es que la mayor causa de bajas no fue la acción enemiga, sino la enfermedad. Las malas condiciones de alojamiento sobre todo en las unidades desplegadas en fortines aislados, con carencia de agua purificada y la mala disciplina sanitaria (falta de buenos suboficiales), y la ineficiente logística de uniformes y ropa interior, causaron cientos de miles de casos de enfermedades, sobre todo hepatitis y tifus. En ciertos momentos, hasta una cuarta parte de las tropas podía estar de baja por enfermedad seria. Por ejemplo, entre octubre y diciembre de 1981, 3000 soldados de la 5.ª División Motorizada (MRD), más de un 25 % de su dotación, estaba enferma con hepatitis, incluyendo el comandante de la división, la mayoría de su Estado Mayor y dos de los cuatro comandantes de regimiento. En la práctica la unidad era inútil para operaciones.
Las pésimas condiciones de vida, los ataques de guerrilla, la violencia entre compañeros, la propia crueldad de los muyahidines que a menudo castraban y/o desollaban vivos a los prisioneros… desataron una espiral de represalias y atrocidades sin fin. Muchas aldeas afganas (kishlak) fueron arrasadas, incluso por error: en una ocasión un informante afgano «leal» señaló alegre desde un helicóptero su propia casa… y antes de que el intérprete tradujera, la dotación la arrasó con fuego de cohetes y ametralladora; arrojar a prisioneros desde helicópteros acabo siendo común tras un interrogatorio. En tales condiciones, las filas de los muyahidines no cesaban de crecer: a un afgano no le interesaba si su mujer e hijos habían muerto por error en un bombardeo o habían sido asesinados; su honor demandaba venganza de sangre.
El equipo individual de los soldados soviéticos no era moderno. Muchos veteranos recuerdan su sorpresa, sobre todo a partir de 1985, al capturar escondrijos de resistentes que contenían sacos de dormir, ropa térmica e incluso raciones de combate mejores que las suyas, lo que resultaba deprimente. A menudo, faltaban repuestos de uniformes, botas, chalecos antibalas… mientras que las tropas de guarnición en las grandes bases contaban con lo mejor. Algo que a menudo ha ocurrido en las guerras. Los médicos de campaña se quejaban por ejemplo de que buena parte de su equipo médico iba en frascos de vidrio en cajas de madera, como en la Segunda Guerra Mundial, mientras que desde 1987 los muyahidines a menudo llevaban mejores botiquines con envases plásticos.
El arma individual básica, el AKM de 7,62 mm, era excelente para las condiciones afganas, pero en no mucho tiempo los afganos empleaban las mismas armas, capturadas, obtenidas a través de Israel o de procedencia china. El teniente V. Pyshkov se quejaba amargamente de que algunos AK 47 chinos capturados eran nuevos, mientras que su propia arma databa de 1972, y por tanto estaba desgastada. En cambio, el armamento más pesado era sólido, fiable y de razonable calidad… sobre todo porque el enemigo no contaba con nada parecido. Muchas de las armas de dotación, como el lanzacohetes anticarro RPG-7 soviético (o su copia china), o las ametralladoras pesadas DshK de 12,7 mm (la famosa Dashika) y la ZPU-1I de 14,5 mm, acabaron resultando más útiles a los muyahidines que las conseguían, ya que tenían abundancia de blancos blindados y aéreos contra las que emplearlas.
Los carros de combate, desde los ya obsoletos T-54 hasta modelos más modernos T-62 y T-72 –y quizá incluso algunos T-80– en los tres regimientos de carros de otras tantas divisiones, no tuvieron mucha utilidad más allá de las primeras semanas, y acabaron siendo retirados del país –quizá unos trescientos carros– junto con los regimientos de defensa antiaérea.
Las divisiones de infantería motorizada (MRD, Motor Rifle Division), de la que hubo normalmente tres y hasta cuatro unidades, contaban como los regimientos independientes, con una muy poderosa artillería autopropulsada (2SI M.1974 de 122 mm; 2S3 M.1973 y 2S5 M.1977 de 152 mm, así como 2S9 (morteros de 120 mm). A esta poderosa artillería de tubo se añadían lanzacohetes múltiples Grad y cohetes pesados Luna (FROG en denominación OTAN) y misiles R11 SCUD.
La mayoría de la infantería se desplazaba en vehículos blindados (APC) sobre 8 ruedas del modelo BTR-60, BTR-70 y BTR-80 (bronetrasnporter), así como el vehículo blindado de reconocimiento BRDM-2, de cuatro ruedas. El BTR-70 es anfibio, va armado con dos ametralladoras (una pesada de 14,5 mm y una de 7,62 mm), pesa 11,5 toneladas y lleva una dotación de 3 más 12 o 7 soldados equipados según configuración. Alcanza los 80 km/h. Su blindaje de acero es de 9 mm frontal y 7 mm lateral.
Algunos batallones de cada división llevaban el más pesado Vehículo de Combate de infantería (VCI) anfibio de cadenas BMP-1 (cañón 73 mm) y luego el BMP-2, con un cañón de menor calibre de 30 mm con mayor ángulo de elevación y cadencia. Llevaba una tripulación de 3 y hasta 8 infantes. Pesaba 13-14 toneladas. El BMP es considerado el primer VCI del mundo, y aunque su protección frontal era buena, al tener al conductor y comandante en el frontal izquierdo del casco, junto al motor (a la derecha), una mina anticarro que explotara bajo la oruga izquierda solía acabar con ambos, personal especializado y caro de entrenar. Ambos vehículos eran muy vulnerables por los costados a los cohetes anticarro RPG-7 empleados por la guerrilla, y por el diseño que almacenaba la munición y el combustible junto al compartimento de combate, solían producirse explosiones catastróficas. Por ello las dotaciones tendían a colocar sacos de arena en el suelo, y enseguida los tripulantes comenzaron a montar encima del techo de los vehículos en lugar de dentro… lo que les hacía vulnerables al fuego de armas ligeras
Las tropas aerotransportadas, por su parte, llevaban vehículos más ligeros que, empleados en Afganistán para las mismas tareas, acabaron siendo retirados por su débil protección: el vehículo de reconocimiento sobre cuatro ruedas BRDM-2, el VCI BMD-1 (una versión aligerada y menor del BMP) y el cañón de asalto ASU-85.
Se desplegaron también vehículos blindados antiaéreos como el potentísimo ZSU-23-4 con cuatro tubos de 23 mm sobre chasis de T54 y el lanzamisiles SA-4 Ganef.
Sin duda la gran baza soviética eran sus helicópteros, en dos variantes principales. El helicóptero de transporte medio bimotor con capacidad de ataque Mi8 Hip fue un diseño tan exitoso que todavía está en producción y es usado mundialmente en múltiples tareas en 80 países pese a que su primera versión entró en servicio en 1967. En Afganistán solía portar dos ametralladoras en los portones y en ocasiones una a proa (variante de ataque) además de varias combinaciones de cohetes, bombas y misiles anticarro con hasta 4000 kg de peso. Su autonomía de 610 km y su velocidad de crucero de 230 km/h (máx. 260) eran más que suficientes. Pero sobre todo podía llevar un máximo de 24 soldados equipados, o hasta 12 camillas y un sanitario en labores de evacuación. Fue el «caballo para todo» de la guerra para las operaciones contrainsurgencia (COIN). También se emplearon algunos helicópteros de transporte pesado Mi-6 Hook.
Junto a él, el Mil Mi-24 Hind es un helicóptero bimotor blindado especializado en ataque a tierra (CAS, Close Air Support), fuertemente blindado y a prueba de armas ligeras. Tenía entonces una ametralladora rotatoria de 12,7 mm y cuatro tubos en una torreta bajo el morro y un cañón de 30 mm, o un cañón doble automático de 23 mm, y alerones externos para una terrible combinación de hasta 1500 kg de potentes cohetes S-8 de 80 mm (sustituyendo al S-5 de 57 mm), bombas de 100, 250 o 500 kg, y misiles. Incluso a veces el tercer tripulante (el técnico de armas) llevaba dos ametralladoras montadas a ambos lados de su puesto para poder vigilar los flancos. Todo ello, y su capacidad de aguantar castigo, convirtió este aparato de aspecto siniestro en el terror de los muyahidines, quienes testificaron la exactitud de su apodo ruso «tanque volador», aunque ellos preferían denominarlo «Shaitan-Arba«, el carro de Satanás. Podía, además de su dotación de tres, transportar hasta ocho soldados equipados, pero en Afganistán se empleó sobre todo para ataque, dada la elevada altitud a la que a menudo había de operarse, concentrando el transporte en los más pesados M-8Hip. El Mi24 operaba como mínimo en parejas, pero también en grupos de cuatro y ocho aparatos, para apoyar asaltos, defender convoyes agresivamente, proteger posiciones atacadas, etc., tanto de día como de noche a la luz de bengalas. Al igual que el Mi-8, a pesar de ser un diseño de los años sesenta permanece en servicio en hasta cincuenta países.
Otra misión de los helicópteros era dejar caer enormes cantidades de minas «de mariposa» anti-persona (PFM-I), a menudo confundidos con juguetes-trampas para niños por su forma aerodinámica. Estas minas estaban destinadas a obstaculizar los movimientos de la guerrilla por caminos de montaña y en los ataques, para bloquear sus vías de escape.
Ambos modelos fueron ampliamente entregados al ejército afgano, que en general los usó con razonable eficacia.
Los infantes apreciaban en los helicópteros su doble función de transporte/extracción y de ataque a tierra, y sobre todo la capacidad de permanecer el tiempo necesario sobre el campo de batalla, que los rápidos reactores de ala fija no podían tener.
En este sentido, los soviéticos contaron en Afganistán con una importante ayuda de la fuerza aérea en forma de una amplia variedad de cazabombarderos, sobre todo el muy resistente Su-25 Frogfoot, y además el Su-24 Fencer –entonces muy moderno– y el Su-17 Fitter. También se emplearon ya añejos cazas MIG-21 Fishbed y MIG 17 Fresco por los afganos, pero los soviéticos emplearon el entonces moderno MIG-23 Flogger con alas de geometría variable. Ocasionalmente, y desde bases en la URSS, se emplearon bombarderos pesados Tu-16 Badger de gran altura, para bombardeos en área como en el Panjshir. En noviembre de 1988, justo antes de la evacuación, incluso probaron el modernísimo T-22 (26) Backfire, capaz de lanzar misiles de crucero y bombas guiadas por láser. En particular, el muy resistente Su-25 introducido hacia 1985, tenía un cañón doble de 30 mm muy efectivo y diez puntos para cohetes de hasta 330 mm y bombas de hasta 500 kg, además de bombas de racimo.
Por fin, la URSS empleó un importante puente aéreo usando transportes estratégicos Ilyushin Il-76 Candid reactor (la URSS contaba con unos 385) y tácticos Antonov An-12, An-26, An-30 (turbohélices de ala alta).
Hacia 1982 los soviéticos disponían en Afganistán de unos 150 cazas y cazabombarderos, así como de unos 600 helicópteros, de ellos 200 Mi24, cifras que aumentaron algo con el tiempo, además de reponer las bajas. Al contrario que en la infantería, la Fuerza Aérea (VVS, Vozduyushno Voorezhenie Sil) rotaba cada año en lugar de cada dos. Además a menudo sustituía unidades completas para mantenimiento y descanso en la URSS. Las bases eran, sobre todo, el 27 Regimiento De Caza (en Kaka) y el 217 Regimiento de Cazabombarderos (Kirzyl Arvat). En 1985 había en Afganistán diez escuadrones a 15 aviones, con otros diez en la URSS volando también en combate.
El ejército gubernamental afgano
El ejército de Afganistán era en 1978 una fuerza básicamente de infantería, con hasta 12/16 divisiones, nunca al completo, y cuatro brigadas blindadas, organizadas, armadas y entrenadas de acuerdo a la doctrina soviética. Sin embargo, desde el golpe comunista de 1978 y los disturbios subsiguientes, las deserciones fueron masivas, unos 40 000 hombres (la mitad del ejército) al comienzo, y luego, durante la guerra, a un ritmo de unos 10 000 anuales. Muchos desertores se unían a los guerrilleros nada más recibir sus armas y equipo. Los soldados soviéticos tendían a despreciar e incluso vejar a sus colegas afganos, los «verdes» por el color de sus uniformes.
El equipo de las unidades afganas era soviético, pero de una generación anterior: contaba en 1979 todavía con carros T-54 más antiguos, incluso algunos T34/85 de la Segunda Guerra Mundial; solo una unidad en Kabul contaba con T-72, BTR-60 y BMP-1. En 1979 los afganos contaban con unas 170 aeronaves, incluyendo obsoletos Mig-17 y más modernos Mig-21. Con la guerra los soviéticos aportaron buena parte de su mejor arsenal, incluyendo helicópteros Mi-6 de transporte y Mi-24 de ataque. Hacia 1985 se ha calculado que el ejército de la República Democrática de Afganistán podía contar solo con unos 7000 hombres, 10 aviones y 30 helicópteros efectivos (sobre 80 teóricos).
Es notable que los mismos hombres que se mostraban hábiles, valerosos y decididos en las filas de la guerrilla formaran unidades ineficientes, desmotivadas y con un elevado grado de corrupción en el ejército regular. Evidentemente, las campañas de reclutamiento del gobierno nunca lograron motivar a sus hombres, salvo a aquellos que habían de vengar a familiares muertos por los muyahidines, de acuerdo con el código de honor afgano.
A partir de 1985 los soviéticos comenzaron un programa decidido para reestructurar el ejército afgano, mejorar su equipo y entrenamiento, y prepararlo para acciones de combate ofensivas, que se mostraban menos devastadoras para la moral que los meses en aburridas tareas de guarnición, bien en inhóspitos lugares remotos o, por el otro extremo, en la cercanía de las tentaciones urbanas.
Así, en 1986, cuando ya Gorbachev había anunciado la futura retirada, las fuerzas afganas alcanzaron un máximo de 302 000 efectivos teóricos (132 000 en el ejército, 70 000 fuerzas del Ministerio del Interior modeladas según las soviéticas, y 80 000 en el KhAD –Khadamat-i Aettla’at-i Dawlat, Agencia de Seguridad del Estado–), además de, teóricamente, decenas de miles de milicias regionales. Sin embargo, con deserciones de 10 000 a 30 000 hombres anuales solo en el ejército, estas cifras fueron una ilusión: la CIA consideraba en 1988 que solo unos 20 000 soldados del ejército eran fiables y efectivos. La proporción era mucho más alta en las temidas KhAD y Ministerio del Interior.
Tras la sustitución de Babrak Karmal en mayo de 1986 (supuestamente por «motivos de salud») el nuevo presidente y previo jefe de la Agencia de Seguridad, el todopoderoso KhAD, M. Najibullah reforzó las unidades de milicias tribales, algunas de las cuales fueron reconvertidas en unidades regulares en 1988. Con el proceso de retirada, los soviéticos proporcionaron en grandes cantidades armamento pesado que anteriormente habían cedido con cautela: helicópteros de transporte y ataque modernos, e incluso artillería pesada en forma de misiles SCUD, hasta 500 entregados a principios de 1989, momento de la retirada definitiva.
Entre 1989 y 1992, fecha del colapso del régimen comunista afgano (que sobrevivió, sorprendentemente, al de la propia URSS por más de dos años) el ejército afgano se comportó sorprendentemente bien frente a las guerrillas muyahidines, ahora bien armadas con equipo y armamento occidental moderno. Por ejemplo, el ejército gubernamental consiguió levantar el asedio de Jalalabad por miles de guerrilleros en marzo de 1989, un mes después de la retirada soviética. Estimuló la reacción afgana la crueldad extrema con que los salafistas extranjeros trataron a los comunistas capturados, excesiva incluso para los gustos afganos. En 1992 el ejército de disolvió y muchos de sus componentes se unieron a las nuevas facciones de Massud al norte (sobre todo los tayikos) o de Hetmakyar (los pastunes).
Los muyahidines o «combatientes por la fe»
Conocidos por los soviéticos como dukhi («fantasmas») o dushmani («bandidos»), los luchadores que se enfrentaron a los soviéticos eran los mismos aldeanos y ciudadanos que se habían levantado contra los gobiernos de Taraki y Amin. Tras un breve y desastroso intento inicial de insurrección urbana masiva, pronto cambiaron de táctica. Al principio eran pequeños grupos independientes de diez a treinta personas, jóvenes (incluso chavales de doce años), adultos y ancianos, mal armados y sin entrenamiento alguno, pero en excelente forma física y conocedores del terreno y fieles a sus líderes aldeanos naturales. Abandonando pronto la lucha urbana, se lanzaron al monte decididos a hostigar los convoyes de aprovisionamiento, cortar carreteras y quizá atacar puestos aislados del ejército afgano, menos potente. Además, su red de inteligencia, la casi totalidad de la población civil, les proporcionaba una excelente información.
La ayuda exterior, escasa y errática al principio, en forma de armas viejas (muchas de ellas de la Segunda Guerra Mundial) o armas capturadas a los soviéticos, se convirtió en masiva desde 1984, permitiendo a los muyahidines formar grupos cada vez mayores y mejor equipados y coordinados.
Las fotos de los primeros años ochenta muestran combatientes con viejos rifles Lee-Enfield de la Segunda Guerra Mundial, y progresivamente con AK 47 y lanzacohetes RPG-7 procedentes de los desertores del propio ejército afgano. Luego llegaron las ametralladoras antiaéreas Dashika, también soviéticas, morteros y explosivos más sofisticados, minas y misiles antiaéreos rusos (SA-7 Strela/Grail), ingleses (Blowpipe), americanos (Redeye), para acabar contando desde mediados de 1987 con armas muy sofisticadas como misiles anticarro Milan o antiaéreos infrarrojos Stinger con sensor infrarrojo buscador del calor de los motores. Ocasionalmente los muyahidines capturaron armas más pesadas, como piezas sueltas de artillería, vehículos blindados o lanzacohetes múltiples, pero fueron muy poco utilizados contra el gobierno salvo para fotos de propaganda.
Es imposible contar con cifras precisas, o siquiera aproximadas, pero puede que a fines de 1988 hasta 250 000 muyahidines hubieran combatido a los soviéticos, a tiempo completo o parcial, a lo largo de todo Afganistán. Aunque en 1984 se estima que nunca hubo más de más de unos 60 000/ 80 000 en un momento dado, de los que solo unos 20 000 serían combatientes activos, puede que hacia 1988 hubiera hasta 40 000 guerrilleros activos apoyados por otros 110 000 hombres, quizá 150 000 en total. Es posible que a lo largo de la guerra perdieran hasta el doble de hombres que los soviéticos y afganos combinados.
Muchos guerrilleros eran combatientes a tiempo parcial con obligaciones familiares temporales, pero con el tiempo surgieron guerrillas «profesionales», e incluso, hacia el final de la guerra, llegaron contingentes importantes (quizá más de 2000 hombres) de islamistas radicales extranjeros, pagados por distintas organizaciones privadas islámicas, los llamados «Árabes Afganos», que formarían la base de Al Qaeda.
Sin embargo, nunca hubo una autoridad central, aunque buena parte de los cientos de pequeños grupos acabaron agrupándose en cuatro partidos islámicos fundamentalistas y tres más moderados, siete en total. Los primeros fueron los más favorecidos por la ayuda distribuida por Pakistán, quien bloqueó la ayuda a otros grupos más revolucionarios. Solo desde 1985 hubo cierta coordinación entre ellos, con un comité de coordinación en Peshawar (Pakistán) («los siete de Peshawar», o la «Unidad Islámica Muyahidín de Afganistán»), formado en 1981. Los partidos eran los siguientes:
Islamistas
- Hezbi-i Islami (Partido Islámico, Gulbuddin Hekmatyar)
- Hezbi-i Islami de Khalsi (Partido Islámico, Younis Khalsi)
- Jamiat-i Islami (Sociedad Islámica, Prof. B. Rabbani, brazo militar bajo A. Shah Massud y su Shura e-Nazar, casi independiente)
- Ittehad-i Islami/Organziación Dawah Islámica (Unión Islámica, Prof. A. Rasul Sayeff)
Tradicionalistas
- Mohaz Mili Islami (Frente Nacional Islámico, Ahmed Gailani).
- Jebhe Mille Nejad (Frente Nacional de Liberación, de Sibghtullah Modjadiddi)
- Harakat-i-Inqilabi-i-Islami (Movimiento Revolucionario islámico, de Mohammed Nadi Mohammadi)
Todos estos grupos eran sunitas, y combinaban la acción política con la guerrillera. Todos eran predominantemente pastunes, salvo Jamia i-islami, sobre todo tayiko. Con el tiempo tayikos y pastunes se enfrentarían en una nueva guerra civil tras la retirada soviética y la caída del gobierno comunista en 1992.
No todos los grupos resistentes recibieron ayuda en la misma medida. Sin duda el partido más beneficiado fue el de G. Hetmatyar, apoyado por el servicio secreto pakistaní (ISI), que centralizaba la mayor parte del reparto de la ayuda, incluida la americana.
Nunca hubo pues realmente unidad de propósito y acción entre las decenas de grupos medianos y los siete grandes partidos. De hecho, a partir de 1986 empezaron a mirarse por encima del hombro pensando en el Afganistán postcomunista que ya se adivinaba en el horizonte en cuanto los soviéticos se retiraran. No era raro que distintos grupos resistentes se enfrentaran sangrientamente entre sí, siguiendo viejas rencillas, y quizá estimulados por desinformaciones del KhALD, el Servicio de Seguridad comunista afgano. Uno de los líderes más exitosos del norte del país, Zabiullah, pudo haber sido asesinado mediante una mina en diciembre de 1984 por otros guerrilleros.
Los más importantes de estos grupos tenían una rama política, y generaron en sus zonas de control una autoridad civil rudimentaria que gestionaba la ayuda exterior (que también llegaba a los no combatientes), incluyendo servicios sociales que mostraban al mundo la capacidad de los muyahidines para gestionar su país.
Uno de los líderes más conocidos de la guerra fue Ahmed Shah Massud, con formación militar, tayiko, 26 años en 1979, cuyo feudo, el largo y complicado valle del Panjshir (de ahí su apodo como el «León del Panjshir») dominaba por el nordeste la principal carretera y la entrada del vital túnel de Salang.
Los soviéticos lanzaron contra ese valle nueve ofensivas, algunas de las mayores de la guerra, sin más éxito que una transitoria ocupación del fondo del valle (carecían de tropas suficientes para realizar una completa ocupación permanente). En mayo de 1982 Massud contaba con unos 3000 combatientes divididos en unas cien unidades de tamaño irregular y funciones especializadas, desde ataques nocturnos a la defensa de aldeas o transporte de munición.
Massud podía cortar casi a voluntad la vital Ring Road, hasta el punto de que los soviéticos recurrieron a negociar con él una tregua local que acabó durando desde diciembre de 1982 hasta abril de 1984, tiempo durante el que Massud reforzó su autoridad, llegó a controlar ya a unos 5000 combatientes y unas 200 ametralladoras antiaéreas pesadas, todo un arsenal, convirtiéndose en uno de los grandes señores de la guerra. Los soviéticos pudieron por su parte liberar la 108MRD para tareas en otros lugares.
Tras reforzarse, y cimentar mejor su autoridad, en abril de 1984 Massud renunció a la tregua y reanudó sus ataques a la carretera en Salang. La gran contraofensiva soviética, Panshir VII, provocó la re-evacuación de los civiles que habían regresado al valle. Los 15 000 soviéticos y 5000 soldados afganos atacaron valle arriba, mientras que Massud conseguía tender emboscadas a camiones cisternas en Salang e incluso bombardear la gran base de Bagram. Solo el ataque desde gran altura por bombarderos pesados Tu-16 sorprendió a los guerrilleros y les causo serias bajas, pero el conjunto de sus hombres se esfumó en las montañas más altas, donde incluso los helicópteros tenían dificultades para maniobrar. Pese a sus éxitos tácticos, la ofensiva fracasó de nuevo en su intento de acabar con Massud, y así seguiría siendo en el futuro.
Massud tenía genio para la organización, dividiendo sus miles de combatientes en decenas o cientos de pequeños grupos de tamaño sección (30-40 hombres), que podían aglutinarse o dispersarse a voluntad. Tras la guerra jugó un gran papel político hasta ser asesinado en 2001 por Al Qaeda.
Otro de los grandes señores de la guerra pastunes, el más favorecido por la ayuda pakistaní, fue Gulbuddin Hekmatyar, quien acabaría siendo el gran enemigo de Massud tras la guerra, y político importante, llegando a ser primer ministro dos veces en los años noventa. Más radical en lo religioso, llegó a despreciar a los EEUU y se enfrentaría a ellos en 2001.
Los ataques resistentes oscilaban entre la colocación de minas y artefactos explosivos (en lo que llegaron a ser grandes expertos), hostigamiento a posiciones aisladas, o emboscadas a gran escala contra unidades de tipo batallón, como la que realizaron en agosto de 1980 contra el 783.º Batallón de Reconocimiento de la 201.º División en el norte del país, causando 45 bajas a los soviéticos. Una táctica estándar era destruir el primer y último vehículo de un convoy, bloqueándolo, y luego acribillar el resto (especialmente los camiones de suministro) en un ataque en «L» (frontal y lateral),
En particular, la guerra de minas y artefactos explosivos llegó a causar tal temor entre las tropas de escolta de los convoyes soviéticos que sus soldados, temiendo morir en al interior de sus BMP o BTR (vehículos blindados convertidos en ataúdes de metal), preferían montar sobre el techo, exponiéndose así al fuego de ametralladora y armas ligeras. Estas fotos están entre las más icónicas de la guerra en Afganistán.
Ocasionalmente se realizaron raids muy espectaculares y mediáticos, como el lanzamiento de cohetes contra Kabul o la base de Bagram, donde el 25 de abril de 1982 los hombres de Massud consiguieron infiltrarse y destruir o dañar 23 aeronaves soviéticas y afganas, quizá el éxito más llamativo de la guerra, repetido el junio de 1985 en el otro extremo del país, en la base de Shindand (Herat), con la pérdida de unos 20 aviones. La investigación probó la existencia de colaboración interna: tres pilotos habían sido ejecutados por negarse a bombardear una aldea habitada, y otros pilotos facilitaron en venganza el sabotaje.
Ya en 1988 los muyahidines llegaron a montar asaltos directos contra posiciones fortificadas soviéticas bien defendidas, empleando para ello centenares de hombres en la esperanza de vencer por superioridad numérica. En el caso de la batalla de la colina 3234, cerca de Khost, quizá una de las batallas más conocidas de la guerra, no lo consiguieron y fueron rechazados con graves bajas.
En la defensa, los muyahidines simplemente se evaporaban cuando las circunstancias tácticas eran desfavorables (a no ser que su retaguardia fuera bloqueada), y ante grandes ofensivas –como las del valle del Panjshir–, se desplazaban a los montes más inaccesibles para volver a ocupar el valle en cuanto las fuerzas gubernamentales y soviéticas se retiraban.
A lo largo de la guerra se excavaron verdaderas bases subterráneas, con cientos de cuevas y cavidades naturales o excavadas enlazadas por túneles en la zona montañosa fronteriza entre Pakistán y Afganistán (provincia de Paktia sobre todo) que luego serían empleadas por los talibán y al Qaeda desde 2001 en su lucha contra los aliados occidentales. Estos complejos subterráneos, defendidos con ametralladoras antiaéreas y bien camuflados, llegaron a actuar como depósito logístico de los rebeldes.
La reacción occidental
Aunque Estados Unidos con J. Carter, Europa, Israel y otros países condenaron inicialmente y con virulencia la acción soviética, presentada como una invasión masiva (que no fue), la reacción occidental al principio fue lenta y dubitativa, entre otras cosas porque los EEUU estaban embrollados con la famosa «crisis de los rehenes» de la embajada norteamericana en el Iran de los ayatolás. Una intervención militar directa estaba además descartada por los fantasmas, todavía recientes, de Vietnam. Las reacciones inmediatas (boicot a los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, o embargos de venta de grano a la URSS) fueron en realidad insuficientes.
La actividad del congresista Charlie Wilson impulsó desde 1980 la implicación de EEUU. En los primeros años (1980-1984) la ayuda directa de los EEUU a los muyahidines, a través de la CIA (Operación Ciclón), no superó los 30 millones de dólares anuales. Desde 1985 (inicio del segundo mandato de R. Reagan) la cifra se disparó por diez y luego por veinte, llegando a 650 millones de dólares en 1988. Estas son cifras oficiales de la CIA en ayuda directa, pero la cifra total fue enormemente mucho mayor.
En realidad la ayuda que recibieron los muyahidines fue masiva a partir de 1984 y desde diversas fuentes. Organizaciones árabes apoyaron directamente a los grupos de resistencia con armas e incluso combatientes. Al tiempo, Arabia Saudí y los EEUU sobre todo aportaron los fondos, a través de la CIA, para que distintos países proporcionaran, a través del mercado de armas, armas e información al Servicio Pakistaní de Inteligencia (ISI) que las distribuía según su criterio e intereses a diversos grupos resistentes, de manera desigual y basándose en los intereses de Pakistán, o de su dictador Zia-ul-Haq que había tomado el poder tras un golpe y ahorcar a us predecesor Ali Bhutto.
Es relativamente poco conocido el apoyo encubierto que China proporcionó a los muyahidines, sobre todo mediante armas. Por razones diferentes, Egipto e Israel hicieron lo mismo, aunque la ayuda más importante, probablemente doblando la aportada por los EEUU, fue la de Arabia Saudí.
Entre los países que aportaron ayuda, además de Pakistán, se cuentan aliados tan improbables como Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Arabia Saudí, Egipto, y, entre otros.
Inicialmente el armamento que llegaba era obsoleto, incluyendo como hemos dicho armas de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo armas soviéticas capturadas por Israel a los países árabes en las guerras anteriores y redistribuidas. Pero desde mediados de 1986 comenzaron a llegar a manos muyahidines armas muy eficaces y modernas, como los misiles portátiles antiaéreos Stinger que desafiaron la absoluta supremacía aérea soviética. En octubre de 1986 se habían recibido unos doscientos; para enero de 1989 habían llegado un millar o más de lanzadores), o misiles anticarro Milan, muy superiores a los RPG soviéticos capturados. La cifra total de ayuda en una década pudo superar los 20 000 millones de dólares, incluyendo copiosa ayuda a Pakistán por su cooperación.
La invasión soviética de Afganistán
En los primeros años de la guerra los soviéticos buscaron eliminar el apoyo rural a los muyahidines con una política de tierra quemada, bombardeando kishlaks (aldeas), destruyendo sistemas de irrigación y cosechas y rebaños. El efecto conseguido fue el contrario al buscado: millones de afganos se refugiaron en Pakistán o Irán, y decenas de miles engrosaron las filas de la guerrilla. En esta etapa, la completa e indisputada superioridad aérea de los soviéticos y afganos les permitió bombardear a placer y desembarcar en helicóptero tropas donde fuera necesario. Eso cambiaría radicalmente desde 1986, cuando los muyahidines recibieron armamento antiaéreos y anticarro de última generación.
Por su parte los muyahidines aprendieron pronto a esfumarse ante las ofensivas soviéticas y afganas, desapareciendo entre las cuevas y los montes o mezclándose con los sufridos civiles. Pronto su táctica fue atacar los pesados convoyes de abastecimiento de las decenas de grandes guarniciones y cientos de puestos menores distribuidos por todo el país, a los que se podía llegar por las carreteras predecibles donde desfiladeros y otros accidentes geográficos ofrecían terrenos ideales para la emboscada y la rápida retirada. Las pérdidas gubernamentales afganas y soviéticas de caminos y vehículos blindados ligeros pronto fueron serias.
El Estado Mayor Soviético distingue en total cuatro fases en las operaciones:
Diciembre 1979-febrero 1980
Ocupación, establecimiento de guarniciones. Algunos combates abiertos contra unidades sublevadas del ejército afgano, que fueron aplastadas con facilidad. Pobre apoyo del DRA (ejército de la República Democrática de Afganistán): los soviéticos enseguida se den cuenta de que el trabajo lo han de hacer ellos. Decenas, enseguida cientos de guarniciones afganas y soviéticas ocupan el paisaje.
Marzo de 1980-abril de 1985
Combates constantes a cierta escala. El gobierno solo controlaba totalmente el 20 % del territorio. La preocupación soviética se centró en la ruta Termez-Kabul (las comunicaciones entre la URSS y Kabul por el túnel de Salang y por tanto los valles de Pansjshir y Kunar), el control de la meseta de Kabul-Gardez Kandahar y la frontera con Irán, donde incluso pudo haber infiltraciones ocasionales secretas de comandos soviéticos. Regiones como el Hazarajat (el centro del país) y las elevadas montañas del Nuristán al nordeste prácticamente no fueron afectadas por la guerra, aunque vivían con independencia del gobierno.
Periódicamente se lanzaban ofensivas que se llevaban a cabo casi exclusivamente con fuerzas soviéticas, con efectivos importantes multidivisionales, sacados de las divisiones de infantería motorizada además de las fuerzas especiales. Así, hasta nueve ofensivas en el Pansjshir, y otras en Kunar, Paktia, etc. Hubo operaciones importantes pero a menor escala en Herat y Kandahar. Ninguna consiguió destruir a los muyahidines de cada región.
Tampoco tuvo éxito, todo lo contrario, la política de desplazar a la población rural para eliminar el apoyo logístico, humano y de inteligencia a los guerrilleros. La espiral de desplazamiento y destrucción/resistencia/ masacre/venganza/destrucción no llevaba a lugar alguno. Por ejemplo, en marzo de 1980 una unidad de la 201.º División fue emboscada al salir de Jalalabad en dirección Kabul. Perdieron dos hombres y se retiraron a cubierto de fuego de artillería. Al poco, un destacamento regresó para recoger los cuerpos; fue atacado y perdió otros siete. Los soviéticos atacaron en masa y en doce días masacraron a mil ochocientos campesinos locales y sus ganados… muchos supervivientes, según Mohammed Asef, un líder muyahidín local, se lanzaron al monte.
Los intentos de sobornar a determinadas tribus o «señores de la guerra» tenían un efecto temporal, si acaso.
Se desconoce hasta qué punto el servicio de inteligencia del gobierno afgano (KhAD) tuvo éxito en su infiltración de grupos guerrilleros para labores de espionaje y asesinato selectivo, aunque parece que tuvieron ciertos éxitos a la hora de enfrentar grupos guerrilleros entre sí.
La resistencia afgana se estableció en las montañas que dominan valles apartados y comenzó a crecer en número y eficacia, pero la superioridad técnica y supremacía aérea soviética hacía que generalmente, si los muyahidines no podían esfumarse, fueran destruidos, aunque rara vez en números mayores de las decenas.
El desgaste en estos años fue constante. El 40.º Ejército llegó a los 108 800 efectivos, la cifra más alta de la guerra. Caían muertos una media de 148 hombres por mes, 9175 muertes en total, según cifras soviéticas posiblemente recortadas.
Por su parte, los muyahidines hostigaron los convoyes soviético-afganos, a veces consiguiendo grandes éxitos. Un ejemplo es la constante necesidad de aprovisionar la ciudad de Khost, cerca de la frontera de Pakistán, área por donde llegaban refuerzos, aprovisionamiento e información desde Pakistán. Ya en 1983, 1500 afganos y 300 soviéticos quedaron sitiados en la ciudad, por una fuerza rebelde importante dirigida por un antiguo coronel afgano, Ramatullah Safi, del Mohaz Mili SIlami (Frente Nacional Islámico). Eran necesarios convoyes de cientos de camiones para aprovisionar la ciudad. Entre el 3 de agosto y el 3 de septiembre de 1983 los guerrilleros atacaron hasta en siete ocasiones en las provincias de Logar y Paktia, destruyendo 13 AFVs, 32 camiones y seis camiones cisterna. En los seis primeros meses de 1985 los resistentes conseguían destruir 180 vehículos blindados y 530 vehículos de otro tipo; las cifras se doblaron en el primer semestre de 1986, un desgaste terrible. Durante toda la guerra. Hasta la operación magistral ya en 1989, la lucha en torno a Khost fue una de las más duras.
Abril de 1985-enero de 1987
Gorbachev, el primer secretario general del Comité Central del PCUS joven y enérgico en dos década llegó al poder en marzo de 1985, el año que iba a ser el más sangriento de la guerra. Al principio, decidido a obtener de una vez una victoria decisiva, ordenó un incremento de la escala y tempo de las operaciones, sin éxitos visibles. Pese a su larga implicación en Afganistán, ni la alta política ni los altos mandos soviéticos comprendieron nunca bien el «laberinto afgano», y por qué muchos de sus intentos de atraerse a la población fracasaban sistemáticamente, al igual que sus ofensivas militares.
En esta fase los soviéticos procuraron retirar gradualmente del combate directo sus unidades motorizadas, cediendo al testigo a los afganos, y utilizando sobre todo unidades de apoyo por fuegos. Solo las unidades de operaciones especiales continuaron el combate ofensivo activo, desembarcando en helicóptero en cimas, laderas y retaguardia de los «rebeldes», mientras que las unidades de infantería afganas avanzaban por tierra protegidas por artillería soviética.
En 1986 se retiraron algunas unidades a la URSS, siguiendo las órdenes de Gorbachev, sobre todo tres regimientos de defensa antiaérea y tres regimientos de carros de combate de las divisiones motorizadas, es decir, tropas en realidad inútiles en la situación afgana. Por otra parte, la llegada a manos rebeldes a mediados de 1986 de modernos misiles antiaéreos Stinger cambió las reglas: los helicópteros corrían peligro mortal y sus ataques a tierra y desembarco de tropas hubieron de modificarse, los ataques aéreos hubieron de realizarse desde alturas mucho mayores, disminuyendo su eficacia en gran medida. Si en 1985 los soviéticos perdieron de media unos 40 helicópteros por semestre, en el primero de 1986 (cuando los Stinger todavía no habían llegado) la cifra se disparó a más del doble, 105. Se ha calculado que de los 350 aviones y helicópteros soviéticos y del gobierno derribados en los últimos años de la guerra, el 70 % fueron abatidos por Stinger, pero otras fuentes afirman que esta proporción es muy exagerada, y que otras armas más elementales, incluyendo misiles británicos Blowpipe, rusos Strela e incluso ametralladoras pesadas de 12,7 y 14,5 mm son responsables de la mayoría de derribos.
Sea como fuere, la creciente eficacia antiaérea de los guerrilleros implicó dificultades para los heridos soviéticos. Nunca hubo grandes facilidades sanitarias, pero antes los heridos graves eran trasladados en helicóptero a los hospitales de Kabul. Desde la 1987 era demasiado peligroso enviar helicópteros, así que se amontonaban hasta quince heridos en vehículos blindados y se les trasladaba en un terrible viaje por carretera, a veces más de cien kilómetros o más hasta Kabul.
La decreciente eficacia comunista contrasta con la creciente y más efectiva actividad guerrillera. En esta fase se calcula que (emboscadas aparte), los muyahidines lanzaron más de 23 500 bombardeos con morteros y cohetes contra blancos gubernamentales (centrales eléctricas, presas, edificios del gobierno, cuarteles, oleoductos, aeropuertos, incluso hoteles y cines).
Al cabo de un año de poder y tras las fallidas ofensivas (en términos estratégicos, que no tácticos), en febrero de 1986 Gorbachev anunció su intención de «afganizar» el conflicto, retirando las tropas soviéticas, pero entrenando y equipando al ejército afgano, y subsidiando su gobierno, para que pudieran continuar la lucha. Al tiempo, se depuso a Karmal y en su lugar fue nombrado M. Najibullah, último presidente comunista del país. El desastre de la central nuclear ucraniana de Chernobyl en abril de 1986 supuso un fuerte golpe adicional para el prestigio de la URSS, y acrecentó la necesidad de simplificar las preocupaciones de una sociedad cuya economía esclerótica, presionada además por la competición de armamentos de la era Reagan (reelegido en 1985) se acercaba al colapso.
Enero de 1987-febrero de 1989
En la cuarta y última fase, las unidades soviéticas procuraron entrar en combate solo cuando fueron atacadas por los muyahidines, mientras preparaban su retirada. En la mayor de estas operaciones (Operación Magistral) lanzada desde Ghardez para abastecer la situada Khost en la frontera pakistaní, se emplearon nada menos que 10 000 soldados soviéticos y 8000 afganos, que despejaron la carretera solo durante las semanas de noviembre-diciembre de 1987 en que ocuparon el terreno. Sin embargo, en este contexto se dieron algunos de los combates más intensos de la guerra, como el librado por la 9.º Compañía del 345.º Regimiento Independiente Aerotransportado de Guardias en la colina 3224 en enero de 1988, objeto de una interesante película rusa en 2005, 9ª Compañía. De los 39 hombres de la compañía (muy baja de efectivos) en la colina, 6 murieron y 28 fueron heridos en 15 horas continuadas de combate, una tasa de bajas del 87 %. La resistencia solo se entiende por una buena capacidad de fuego y apoyo artillero controlado por radio contra una fuerza estimada de 200/250 guerrilleros.
Incluso los muyahidines realizaron en abril de 1987 ataques en el mismo interior de la Unión Soviética, incluso a 20 km al norte de la frontera, bombardeando una fábrica en Tayikistán con morteros y cohetes, demostrando así la vulnerabilidad de las repúblicas asiáticas de la URSS. Al tiempo, intensificaron una campaña de terror urbano en las ciudades mediante bombas; así, durante las celebraciones del décimo aniversario del golpe que trajo a los comunistas al poder, el 27 de abril de 1988, consiguieron hacer estallar un camión-bomba en la misma capital, demostrando la incapacidad del gobierno para proteger a los ciudadanos que todavía le apoyaban.
También desde 1986 los soviéticos y afganos trataron cambiar sus tácticas de tierra quemada por un intento, en general bastante tosco, de atraerse a la población local (la «política de Reconciliación Nacional«). Sin embargo tras años de atrocidades, la campaña de «mentes y corazones» no tuvo éxito. Más resultado tuvo el intento de rellenar las filas del ejército afgano pero los reclutas, muchos de ellos casi raptados de sus aldeas, desertarían a menudo a la primera oportunidad. De todos modos en 1987 el ejército afgano llegó a la cima de sus efectivos e incluso de –relativa– eficacia.
La retirada propiamente dicha hacia la Unión Soviética fue efectuada por fases. La mitad de los efectivos retiró entre mayo y agosto de 1986; y el resto entre noviembre de 1988 y febrero de 1989. En general la retirada pacífica gracias a acuerdos de alto el fuego temporal con los grupos guerrilleros, salvo por la Operación Tifón contra Massud en la entrada al túnel de Salang. La foto de los últimos blindados cruzando el puente en Termez de regreso, engalanados con banderas rojas, y del general en jefe del 40.ª Ejército, Boris Gromov, a pie con un ramo de flores en el mismo, puente, son iconos muy conocidos.
Se calcula que para 1988 Kabul había de importar medio millón de toneladas de trigo anuales de la URSS, junto con arroz, azúcar y buena parte de los alimentos con que alimentar la población de las áreas controladas, fundamentalmente las ciudades. En 1989 se ha calculado que una mala cosecha, además, limitó la producción local de cereales al 10% de lo necesario: la ayuda económica de la URSS era pues tan importante como la militar. Pero la URSS no iba a estar en condiciones de proporcionarla mucho tiempo más…
¿El «Vietnam soviético»?
Muy a menudo se traza un paralelismo: “Afganistán fue a la URSS lo que Vietnam a los EEUU”. Aparte de la obviedad de que Afganistán contribuyó al colapso de la URSS mientras que tras Vietnam (1964-1972) los EEUU continuaron su proceso de convertirse en la única superpotencia global, hay en efecto paralelismos pero también importantes diferencias.
Los EEUU extendieron la guerra a países vecinos como Laos o Camboya, y bombardearon masivamente Vietnam del Norte, que apoyaba al Vietcong con un ejército regular. La URSS en cambio nunca atacó Pakistán ni extendió la guerra a países vecinos. Por su parte, los muyahidines no contaron nunca con el apoyo de tropas regulares pakistaníes o de otros países. En ambos casos, soviéticos y estadounidenses contaron con el apoyo de un ejército nacional (sudvietnamita y afgano) mal entrenado, poco eficaz y plagado de deserciones salvo en algunas unidades muy motivadas. En ambos casos las grandes potencias, hartas, acabaron retirando sus fuerzas en un intento de «salvar la cara», sin haber sido vencidas militarmente, pero desmoralizadas y sin ideas ni capacidad para obtener una victoria decisiva. En ambos casos se percibió mundialmente que la victoria había sido la del bando en principio más débil.
Militarmente, en ambos casos unos ejércitos regulares fuertemente acorazados, diseñados en armas y doctrinas para enfrentarse en grandes batallas en territorio europeo, se vieron enfrentados a una guerrilla ágil en un terreno extremadamente difícil (aunque muy diferente entre sí), aspectos ambos para los que no estaban adecuadamente equipados ni entrenados. Hubieron ambos de adaptar sus tácticas, recurrir a fuerzas especiales, al transporte por helicóptero y a un apoyo aéreo masivo… contra el que las guerrillas fueron encontrando respuestas. Ambos ejércitos dedicaron un porcentaje desproporcionado de sus fuerzas para proteger sus propias bases y líneas de comunicación.
Ambos ejércitos enviaban sus tropas con un sistema de rotación, de manera que al cabo de un año (EEUU) o dos (URSS) los veteranos regresaban a casa, a menudo arrastrando problemas de inadaptación, violencia, drogadicción y amargura. Al contrario que en EEUU, los soldados soviéticos eran inicialmente recibidos como héroes, pero tras el colapso de la URSS de 1990 se convirtieron en un estorbo y una carga, al igual que lo eran los veteranos de Vietnam.
En Vietnam del Sur estrictamente sirvieron casi 2,6 millones de soldados entre enero de 1965 y marzo de 1973 (casi nueve años), de los que hasta 1,6 vio combate; en Afganistán sirvieron unos 620 000 soviéticos entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 (nueve años). Los EEUU tuvieron unos 50 000 muertos en combate y otros 10 000 por otras causas, los soviéticos entre 14 000 y 26 000. Pero los soldados soviéticos eran en su inmensa mayoría tropas de recluta obligatoria, mientras que el 75 % de los soldados norteamericanos eran profesionales y voluntarios.
Pese a la visión difundida en Occidente, la invasión soviética y la guerra en Afganistán fueron mucho más limitadas de lo que suele creerse. La guerra nunca tuvo los parámetros políticos y militares claros de, por ejemplo, la Guerra de Corea o las Arabe-Israelíes.
En un aspecto muy importante la comparación es engañosa. Los EEUU llegaron a contar en Vietnam del Sur y zonas adyacentes con más de 500 000 hombres simultáneamente. En cambio, en Afganistán el 40.º Ejército soviético osciló entre 90 000 y 120 000 hombres para un territorio casi cuatro veces mayor que Vietnam (650 000 km2 frente a unos 170 000 km2). Esto implica una densidad de tropas por tanto veinte veces inferior, de media 300 soldados estadounidenses por cada 100 km2 frente a 15 soviéticos, lo que da idea de las dificultades de estos últimos, sobre todo en las zonas montañosas y desérticas que abarcan la mayor parte de Afganistán. Además, la logística, servicios sanitarios y de descanso de los EEUU fueron incomparablemente superiores a los de los soviéticos, mucho más sufridos… y mucho más enfermos.
Consecuencias del fracaso de la invasión soviética de Afganistán
Como indicó Lester Grau, la guerra soviética de Afganistán es la crónica de «cómo una fuerza mecanizada moderna con aplastante superioridad tecnológica acabó enredada en una guerra civil ajena en una topografía imposible. Muestra cómo se llegó a un empate militar y a una derrota política… muestra finalmente la desilusión con el sistema soviético que los veteranos llevaron con ellos de regreso a casa. Su pérdida de fe se extendió al conjunto de la sociedad y resultó un elemento clave en el eventual colapso del imperio soviético» (XXV).
El coste humano de los nueve años de guerra fue colosal. De unos 17 millones de afganos en 1979, se estima que en 1989 entre 850 000 y hasta 1,3 millones habían muerto, 5 millones habían huido a Pakistán, Irán y otros países, y 2 millones más estaban desplazados, sobre todo hacia las ciudades. En su momento álgido los muyahidines pudieron sumar unos 100 000 hombres, divididos en numerosos grupos y unidades pequeñas; pero muchos más sirvieron, probablemente más de 260 000. Unos 75 000 a 90 000 de ellos murieron a lo largo de la guerra.
El ejército soviético perdió entre 13 833 (datos oficiales) y casi 26 000 muertos (cifra oficiosa reconocida por el propio Alto Estado Mayor soviético en obras de la década pasada). Además, de un total acumulado de unos 620 000 hombres que sirvieron en Afganistán, un terrible total de 469 685 fueron heridos o –sobre todo– cayeron enfermos, especialmente de hepatitis y tifus, y de ellos 10 751 quedaron inválidos. En ningún caso estuvieron más de 110 000-120 000 soviéticos simultáneamente en el país.
Las pérdidas de material fueron notables aunque manejables: 118 aviones, 333 helicópteros, más de 11 000 camiones de carga general y cisternas, 1341 vehículos blindados y 147 carros de combate.
Se estima que el ejército afgano osciló mucho, por deserciones, entre 20 000 y 100 000 hombres en un momento dado. Unos 18 000 soldados afganos murieron en combate.
La guerra librada por reclutas que se rotaban cada dos años llevó el desencanto a la población soviética, que nunca vio su necesidad. Junto con el colapso económico de la URSS (que destinaba hasta un 25 % de su PIB al complejo militar, frente a un 6-7 % de los EEUU), y la apatía, ineficacia y corrupción crecientes de la «era Brézhnev», no hay duda que Afganistán fue un factor más en el colapso de la URSS bajo Gorbachev en marzo de 1990.
El destino de los veteranos, decenas de miles de ellos enfermos y desencantados, fue duro: agasajados como héroes en 1989, desde 1990 los Afghansty se convirtieron en un estorbo. Muchos de ellos cayeron en el alcoholismo, u otros ingresaron en las crecientes mafias de la era postsoviética.
Pero la retirada soviética no supuso el fin de la guerra: entre 1989 y 1992, un Afghan Interim Government creado por una inestable alianza de líderes muyahidines se unió contra el gobierno comunista afgano, que seguía presidido por Najibullah.
Contra todo pronóstico, un masivo asedio a Jalalabad en marzo de 1989, paso previo a la toma de Kabul, fracasó, y los líderes muyahidines empezaron a luchar entre sí, particularmente Hektmayar (partido Hezbi Islami) contra Massud. Así, Najibullah se mantuvo en el poder, cambiando la Constitución e incluso el nombre del país (eliminando el «Democrática» del título República de Afganistán). Así, sobrevivió incluso al colapso de la URSS.
Pero el fin de la masiva ayuda soviética desde agosto de 1991 (dimisión de Gorbachev en Navidad de 1991) selló su fin. Uno de los mejores generales del ejército afgano, Abdul Rashid Dostum, desertó y se alió con el lider muyahidín del norte, Ahmed Shah Massud, sellando el destino del gobierno al caer Mazar al norte, Herat al oeste y Kandahar al sur. Aliados a su vez los hombres del norte con el líder muyahidín favorito de los pakistaníes, Hematkyar, Kabul cayó en abril de 1992 y el presidente afgano se refugió en la sede de las Naciones Unidas, donde viviría encerrado cuatro años.
Pero los vencedores se lanzaron de inmediato unos contra otros. El gobierno provisional estaba liderado por un académico tayiko, Rabbani, quien se apoyaba en las fuerzas de Massoud y Dostum. La etnia pastún dominante, liderada por G. Hekmatyar, no podía aceptar este predominio uzbeko-tayiko, iniciándose una nueva guerra civil (1992-1996) durante la que Kabul, que hasta entonces no había sufrido daños, fue arrasada. Los líderes comenzaron a luchar entre sí, de modo que el comercio de amapola para obtener opio floreció exponencialmente para financiar la guerra, ahora que la ayuda occidental había cesado.
La guerra civil de 1992-1996 entre estos señores de la guerra agotó al país, que en general vio con agrado la aparición fulgurante de los «estudiantes» islámicos, taliban (sg. talib) de origen pastún (tribu Durrani, hasta entonces poco notoria en la guerra, concentrada en crear madrasas o escuelas islámicas en campos de refugiados en Pakistán). Crecieron rápidamente desde 1994, barrieron a los otros grupos, conquistaron Kabul en septiembre de 1996, sacaron de su refugio de la ONU, castraron y ahorcaron al antiguo presidente Najibullah, y unificaron buena parte del país bajo su control imponiendo una versión extremadamente severa de ley islámica… que rápidamente les hizo impopulares.
El señor de la guerra A. Shah Massoud se refugió en sus feudos del norte (valle de Panjsir) para mantener una resistencia contra los talibán que enseguida controlaron el 90 % del país.
Precisamente, en verano de 1996, Osama bin Laden, antiguo huésped y financiador de los muhajidin y los talibán, se asentó con su movimiento Al Qaeda en los ampliados complejos de cuevas inicialmente excavadas durante la guerra contra la URSS en las montañas al sur de Jalalabad, junto a la frontera con Pakistán.
El resto es bien conocido… el 9 de septiembre de 2001 Massud fue asesinado por combatientes argelinos suicidas de Al Qaeda que se presentaron como periodistas y se volaron. Dos días después, el 11 de septiembre, se produjo el atentado de las Torres Gemelas y del Pentágono, que llevó a la invasión EEUU de Afganistán, cuyas consecuencias todavía colean. Los talibán fueron inicialmente derrotados, pero luego la situación se enquistó. Bin Laden fue eliminado en Pakistán por EEUU en mayo de 2011, pero Al Qaeda subsiste aunque debilitada, y hoy los talibán se han vuelto a hacer con el control total de Afganistán.
La invasión soviética en Afganistán confirma una vez más que nunca nadie ha conquistado de manera exitosa y permanente el país, y la experiencia de EEUU y sus aliados desde 2001 demuestra que las potencias tienden a no aprender de la Historia.
Como ha señalado hace pocos meses W. Dalrymple, historiador que conoce bien la historia de la zona, Afganistán nunca ha sido un Estado:
«construido con arreglo a una lógica étnica o geográfica, sino en función de la política imperialista del siglo XIX […] ha sido una franja fracturada y disputada, y situada entre unos países vecinos más organizados […] no hace falta mucho para que el país vuelva a desgarrarse y se agudicen las viejas fisuras tribales, étnicas y lingüísticas en la sociedad afgana: la vieja rivalidad entre los tayikos, los uzbekos, los hazara y los pastunes, el cisma entre suníes y chiíes, el sectarismo endémico entre clanes y tribus […] Doscientos años después, siguen vigentes las mismas rivalidades y las mismas batallas en los mismos lugares, disfrazadas con nuevas banderas, ideologías y personajes».
Cronología
Año | Mes | Unión Soviética | Afganistán | Otros acontecimientos |
1953 | Marzo | Muere J. Stalin, Secr. General PCUS. Le sucede N. Jrushchov | ||
1962 | Octubre | Crisis de los misiles en Cuba | ||
1964-1972 | 1964 | Brézhnev secretario PCUS | EEUU involucrado en Vietnam | |
1965 | Fundación Partido Comunista afgano (PDPA) | |||
1973 | Julio | Golpe de Estado. Rey Zahir Shah depuesto. Presidente Daoud Khan | ||
Octubre | Guerra del Yom Kippur Israel vs. Egipto y Siria | |||
1978 | Abril | Golpe comunista de Nur Mohammed Taraki. Daoud Khan asesinado. | ||
1979 | 15-21 marzo | Disturbios anticomunistas. URSS apoya al gobierno Taraki. | ||
20 marzo | Ministro Exteriores Kosyguin declina | Taraki pide la intervención soviética. Guerra Civil. | ||
14 septiembre | Golpe de Hafizullah Amin. Taraki muere | Crisis rehenes EEUU en Irán. Carter distraído. | ||
12 diciembre | Politburó decide intervenir | |||
24-28 diciembre | Invasión soviética de Afganistan | Tropas soviéticas matan a Amin. Babrak Karmal nuevo presidente | ||
1980 | Enero | Represión soviética de masivas manifestaciones | ONU condena invasión soviética
| |
Marzo-noviembre | 5 ofensivas soviéticas valle de Kunar; 2 ofensivas provincia Ghazni. Ofensivas en Panjshir I-II, Wardak y valle de Lowghar | 1980-1984: Ayuda EEUU directa en armas a muyahidines: 30 mill.$/año
| ||
1981 | Ofensivas en valle de Panjshir III-IV, provincias de Paktia, Farha, Herat, Nangarhar | Enero: Ronald Reagan presidente de EEUU | ||
1982 | Enero-noviembre | Muere Brézhnev. Andrópov secretario PCUS
| Ofensivas en Herat, Panjshir V-VI, colinas Paghman y valle Lagham. | |
1983 | Enero-noviembre | Ofensivas valle Lowhar y provincias Herat, Ghazni, Paktia y valle Shomali | URSS derriba avión de pasajeros coreano. Voladura embajada de EEUU en Beirut >300 muertos. Invasión de EEUU isla de Granada | |
1984 | Febrero | Muere Andrópov | ||
Marzo | K. Chernenko Secretario PCUS | |||
Abril-diciembre | Ofensivas Panjshir VII-VIII, valles Lowhar, Shomale, Provincias Herat, Paktia, valle de Kunar | |||
1985 | Marzo | Muere Chernenko. Gorbachev Glasnost (apertura) y Perestroika (reestructuración) | Enero: Reelección R. Reagan. 1985: Ayuda de EEUU directa en armas a muyahidines: 250 mill.$
| |
Abril-octubre | Octubre: Politburó decide la retirada en 18 meses | Ofensivas provincias de Wardak, Kunar, Herat. Panjshir IX, Kandahar, Paktia | ||
1986 | Febrero | Anuncio retirada por Gorbachev | Ofensivas en Herat, Paktia, Kandahar. | 1986: Ayuda EEUU directa en armas a muyahidines: 500 mill.$ |
Mayo | Babrak Karmal depuesto y sustituido por M. Najibullah Ahmadzai | Abril: explosión central nuclear Chernobyl | ||
Junio-agosto | Primera retirada de 15 000 hombres. Ofensivas en valles de Khejob, Lowhar. Primeros misiles Stinger entregados a los muyahidines | |||
Octubre | Cumbre Gorbachev-Reagan en Reikiavik | |||
Noviembre | 13/11: Reunión decisiva Politburó. Plazo de retirada 2 años | Noviembre: nueva Constitución afgana | ||
Diciembre | Cumbre Gorbachev-Najibullah. Le comunica la retirada del ejército soviético. | |||
1987 | Enero | Se decide frenar la actividad ofensiva soviética | 1987: Ayuda EEUU directa en armas a muyahidines: 630 mill.$ Arabia Saudí otro tanto. | |
Mayo-junio | Ofensivas en provincia de Paktia | |||
Noviembre-diciembre | Operación Magistral para levantar asedio de Khost. La mayor de la guerra | Gorbachev y Reagan dialogan en Washington | ||
1988 | Marzo-abril | Ofensiva provincia Paktika para liberar Orgun | 14 de abril: Acuerdos de Ginebra retirada URSS | |
Mayo-octubre | Retirada a gran escala. El 15 de octubre queda un 50 % (50 000-60 000 hombres) Octubre: Operaciión Ghashey (Arrow) de los muhaidin, para cortar la carretera Kabul-Jalalabad. A gran escala (unos 2600 hombres) | 1988: Ayuda EEUU directa en armas a muyahidines: 40 mill.$ | ||
1989 | Enero | Operación Tifón para proteger la retirada de los 50 000 hombres restantes | George Bush presidente, sucede a Reagan | |
15 de febrero | Retirada del último contingente soviético por el puente de la Amistad en Termez | |||
1989-1992 | Noviembre | Cae el Muro de Berlín | Enfrentamientos entre líderes muyahidines: Gulbuddin Hekmatyar contra Ahmed Shah Massud | |
1990 | Marzo | Colapso URSS | ||
1992 | Abril | El régimen de Najibullah colapsa por ataque de Dostam y Massud desde el norte. | ||
1992-1995 | Nueva guerra civil. A. Shah Massud vs. G, Hekmatiar y Dostum que ha cambiado de bando en 1994. Destrucción de Kabul en la lucha. | |||
1994 | Desastrosa intervención rusa en Chechenia. Las lecciones afganas se han olvidado en cuatro años. | |||
1995 | Surge movimiento talibán («estudiantes») en el sur bajo el mullah Omar. | |||
1996 | Septiembre | Régimen talibán en la mayor parte del país. Massud se refugia en su feudo norteño del Panjsir. | ||
1996 | Septiembre | Los talibanes capturan Kabul y asesinan a Najibullah. Estado talibán. | ||
2001 | 11 de septiembre | Asesinato por Al Qaeda de Ahmed Shan Massud, líder de Jamiat-e Islami | Ataque Al Qaeda Torres Gemelas
| |
Octubre Noviembre Diciembre | Fuerzas de EEUU y aliadas en Afganistan. Operación Enduring Freedom Batalla de Qalat i-Janghi con ayuda aérea de EEUU y controladores de la CIA Rápida derrota de los talibán pero Omar y Bin Laden escapan |
Glosario
Afghantsy (lit., afganos): argot ruso para los veteranos de Afganistán.
agitotryad (contracción de agitatsionno-propagandistkii otryad): destacamento de agitación y propaganda, un tipo de unidad de operaciones psicológicas.
anasha: tipo de marihuana.
basmachi: insurgentes antisoviéticos de Asia Central en la década de 1920. El término se usó ampliamente por los soviéticos para referirse a los muyahidines.
blokirovka (lit., bloqueo): operación soviética de armas combinadas concebida para rodear al enemigo.
BMD (boevaia mashina desanta): vehículo de combate de tropas aerotransportadas.
BMP (boevaia mashina pekhoty): transporte blindado de tropas con orugas.
BRDM (boevaia razvedivatelna-dozornayc mashina): vehículo de reconocimiento de combate.
bronya (lit., armadura): argot del ejército soviético para BTR (ver abajo).
BTR (bronetransporter): transporte blindado de tropas con ruedas.
Bury (lit., Boer): argot del ejército soviético para el fusil Lee Enfield de calibre 303 empleado por la resistencia afgana.
chaddor: velo.
chars: un tipo de opio
cheffir: tipo de té extremadamente concentrado usada por los soldados soviéticos como sustituto de las drogas.
chepe (contracción de chrezvichainoye proisshestviye): ocurrencia extraordinaria; brecha severa de la disciplina.
chernozhopy (lit., culos negros): término peyorativo para referirse a los centroasiáticos.
cherpak (lit., cazo, cucharón): soldado de segundo año que ha servido más de 12 meses pero menos de 18.
chizhik (lit., pajarillo): soldado que ha servido menos de 6 meses.
churka (lit., astilla): término insultante para centroasiáticos y otros musulmanes, denota estupidez.
ded, dedushka (lit., abuelo): soldado de segundo año que ha servido más de 18 meses.
dedovshchina (lit., abuelismo): regla no escrita en el Ejército soviético que permite a los soldados de segundo año dominar, abusar y humillar a los reclutas de primer año.
dembel (contracción de demobilizirovanyi): soldado de segundo año que ya ha recibido su orden de licencia pero aún no ha abandonado la unidad.
desantnik: soldado de fuerzas de desembarco (tanto para VDV como pata DShB).
disbat (distsiplinarnyi batalyon): batallón penal.
DOSAAF: Organización de Voluntarios para la Cooperación con el Ejército, Armada y Fuerzas Aéreas.
DShB (desantno-shturmovaya brigada): brigada de asalto aéreo.
dukhy (lit., fantasmas): argot del Ejército soviético para los soldados muyahidines con menos de seis meses de servicio.
dushman (lit., bandido, enemigo): término propagandístico soviético para los muyahidines.
grach (lit., grajo): argot para el SU-25.
grazhdanin (lit., ciudadano): igual que dembel.
GRU: inteligencia militar soviética.
GSM (goriuchee i smazochniye materialy): combustible militar y servicios asociados.
guba (contracción de gauptvakhta): prisión, calabozo.
gubar: preso en el calabozo.
inzhbat (inzhinernyi bataliyon): batallón de ingenieros.
kefir: argot para diésel.
KhAD: servicios secretos afganos.
khan, khanka: opio.
kishlak: aldea afgana (también empleado en Asia Central).
koknar: narcótico similar a la heroína que se obtiene hirviendo capullos de amapola.
kolkhoz: granja colectiva.
komendatura: oficina del comandante, estado mayor y administración militar en una ciudad.
konservy (lit., latas): minas.
KShM (komandno-shtabnaia mashina): vehículo de comunicaciones de estado mayor..
markaz: base fortificada muyahidín.
miasorubka (lit., picadora de carne): argot militar para matanza, masacre.
molodoy: jovenzuelo; primer año de servicio.
muyahidín (guerreros de la fe, en darí): combatientes de la resistencia afgana.
nalivnik: camión de combustible.
natsmen (contracción de natsionalniye menshenstva): minorías étnicas.
pchela (lit., abeja): argot para el helocóptero MI-8.
plamya (lit., llama): lanzagranadas automático.
plan: hashish.
pokupatel (lit., comprador): argot para un oficial que selecciona a los reclutas del campamento de instrucción para su unidad.
praporshchik: oficial técnico.
razvedbataliyon: batallón de reconocimiento.
razvedrota: compañía de reconocimiento.
razvedchiki: tropas de reconocimiento.
razvod: servicio de guardia.
rembat (contracción de remontnyi bataliyon): batallón de mantenimiento y reparaciones.
RPG: granada autopropulsada.
sanchast: servicio médico.
sanitar: médico.
shakal (lit., chacal): argot de los reclutas para referirse a los oficiales.
Shuravi: término darí para los soviéticos.
slon (lit., elefante): ranque.
sobaka (lit., perro): argot de los reclutas para referirse a los oficiales.
shmel (lit., abejorro, moscardón): helicóptero MI-24.
spetsnaz (contracción de spetsialnoe naznacheniye): fuerzas especiales.
Starik (lit., anciano): soldado en segundo año de servicio.
stroibat (stroitelnyi bataliyon): batallón de construcción.
uchebka: escuela de instrucción de sargentos (asistencia habitual, seis meses).
VDV (vozdushno-desantnaya voiska): Tropas aerotransportadas
veselyi (lit., feliz, alegre): MiG-21.
voenkom (voenyi komisar): comisario militar; director de la oficina del departamento militar.
voenkomat: oficina de reclutamiento militar.
voentorg (tipo de comercio militar): almacenes militares análogos a los PX de los EEUU.
zampolit: oficial político.
zelenka (lit., parche verde): área cubierta de vegetación, frecuentemente usada por los muyahidines para ocultarse. Un lugar peligroso.
A partir de Alexiev (1988).
Bibliografía
a.- La Unión Soviética en Afganistán
- ALEXIEV, A. (1988): Inside the Soviet Army in Afghanistan.R-3627-A. May 1988. Prepared for the US Army. Manuscrito RAND. Approved for Public Release.
- ARNSTON, Maj. E.L. (2014): The Soviet Withdrawal from Afghanistan: Three Key Decisions that Shaped the 40th Army’s Operational Withdrawal Plan. School of Advanced Military Studies, Fort Leavenworth, Kansas. Approved for Public Release
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- BRAITHWAITE, R. (2011) Afgantsy. The Russians in Afghanistan 1979-89. London, Profile Books.
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- GRAU, L.W. (Ed.) (2010, ed. Or. 1996) The Bear Went Over the Mountain: Soviet Combat Tactics in Afghanistan. National Defense Univ. Press, ed. Electrónica Tales End Press.
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- TUCKER—JONES, A. (2012): Images of War. The Soviet –Afghan War. Rare Photographs from Wartime Archives. Barsnsley, Pen&Sword.
b.- El ‘Gran Juego’
- DARLYMPLE, W. (2021, ed.or. 2013): El retorno de un Rey. Destastre británico en Afganistán, 1839-1842. Madrid, Desperta Ferro.
- FORBES, A. (1892, reed. 2007) Britain in Afghanistan. The 1st Afghan War 1839-1842. Leonaur.
- FORBES, A. (1892, reed. 2007) Britain in Afghanistan. The 2nd Afghan War 1878-1880. Leonaur.
- MEYER, K.E.; BRYSAC, S.B. (2008, ed. Or. 1999): Torneo de Sombras: el Gran Juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central. Barcelona, RBA.
c.- Otros
- DARLYMPLE, W. (2017): “Afganistán, la guerra que nadie ha podido ganar”. Diario El País, 18 Agosto 2017.
- VV.AA. (2016): Afganistán, 2001. Desperta Ferro. Contemporánea, n.º 14.
Saludos, la historia es cruel con pueblos, naciones y individuos. La situación actual de Afganistán, es real ; por haber transcurrido a través de los siglos. Solo falta se logre la armonía tan necesaria a este país. Excelente blog.
Gran articulo
Tremendo artículo. Imposible no hacer comparaciones con la campaña soviética (rusa) ahora en Ucrania.